XXIII

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El silbido del viento frío de invierno cruzó cada rincón entre las dispersas casas. Callejuelas con muros de adobe, techos de heno y la tenue luz que se filtraba entre la transparencia del papel dando apenas una señal de vida. Resonaron las pezuñas de los caballos en los que habían marchado los príncipes desde la frontera pendenciera.

Los días se habían ensombrecido notablemente debido, en gran parte, a la espesa nube que dejaban las armas de pólvora; la enfermedad crecía junto con la destrucción avisada solamente por el estruendo. Y allí, entre tanta miseria, la gente se amontonaba alrededor del corcel al final de la formación.

— ¡Wonja ha regresado con bien!

— ¡Diez mil vidas a wonja! ¡Manse! ¡Manse! ¡Manse!

Resonaban los canticos mientras la guardia de Hwan, ascendida a militares importantes en la protección de las ciudades, bajaba de las carretas sacos con verduras, arroz y trigo y las distribuía entre los pobladores.

— ¡Larga vida a wonja!

— Bendiciones por 10 generaciones de seja-jeoha.

— Seja-jeoha, si hubiera forma de pagarle. Nos ha salvado del ataque enemigo y de morir de hambre.

— Soy el heredero de mi padre. Ayudar al emperador a defender nuestra nación es mi júbilo; y asistir las necesidades de nuestra gente es mi dicha y deber. —Miró a sus guardias.
— Repartan la primera carreta aquí, el resto, llévenlo a las siguientes ciudades.

— Sí, seja-jeoha.

— Octavo hermano, debemos continuar. —Advirtió Han kyul mirando con cierto repudio las condiciones en que se hallaban casi todos aquellos que adulaban al príncipe heredero. Andrajosos y con olores nauseabundos que delataban el desaseo que habrían tenido que soportar, se inclinaban ante el menor de los hijos del emperador y se amontonaban alrededor de la carreta, armando un barullo como en el mercado.
— Hwan. —Llamó impaciente mirando hacia atrás al menor.

Hwan volvió la mirada al frente y sacudió una vez las riendas.

Podía parecer una escena un poco cómica (o muy lamentable) de ver. El joven, que no medía más de 170 centímetros a esa edad, montando un corcel de 2.4 metros, con la espalda erguida, una mirada al frente que lo revelaba honorable, con un gran potencial, pero un cuerpo delgado y varios golpes en la cara, parecía una broma que quisiera adelantar a sus hermanos. Especialmente cuando los tres primeros parecían fuertes guerreros en una buena edad, irradiando aires de superioridad. Sólo aquellos que lo hubiesen visto en batalla sabrían de su energía turbulenta y la gran habilidad que tenía para blandir la espada como si fueran sus propios brazos.

— Hwan, no debes rebasar a tus hyungs. —Regañó Young hyun.

El corcel del menor se detuvo y él los miró sobre su hombro.

«Adelante, entonces.»

Su voz fue sólo audible para el mayor,  quien escondió su enojo ante la arrogancia del menor en una sola mirada, como advirtiéndole que no se portara mal, cuando pasó a su lado. Apenas se la sostuvo los segundos que duró el paso del cuadrúpedo, y fue lo mismo con los otros dos.

Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora