En las tinieblas de un sueño profundo que no tenía ni una pizca de racionalidad, su conciencia despeinada se retorcía en torno a una figura envuelta en la niebla, con los ojos vacíos fijos en él. Detrás, aquellos rostros recién conocidos volvían a la vida. Arrastrándose fuera del fango, que debió provocar la tormenta, con el cuerpo hecho trizas, sus extremidades colgando de los finos jirones que quedaban uniéndolos a su cuerpo y que, antes, fueron sus ligamentos. Los veía balancearse, sacudirse a cada movimiento. Avanzar un centímetro más podría significar que dejarían una pierna destrozada en el camino, quizás un brazo o incluso la mitad de la cabeza. Uno de esos ojos saltones se dirigió a él de una forma tétrica, como si estuviera de frente en un segundo. Tuvo la impresión de que gritaría, pero no lo hizo, contuvo la respiración. El sentimiento era tan vívido que pudo sentir su aliento cortarse por unos segundos mientras sus ojos se aseguraban de revisar el perímetro de aquel escenario brumoso. No había más a dispocisión de su vista que árboles y niebla. Mucha niebla blanca. Un ruido, producto de su propio subconsciente, había inundado el eco de ese lúcido sueño. Había algo que se arrastraba en su dirección. Se acercaba emitiendo ese tétrico sonido:
«Rasp. Rasp.»
Algo pareció deslizarse por su tobillo, pero no pudo despertar y sólo miró al suelo. ¿Eran arañas? Sí. Arañas que corrían desde detrás sobre sus pies descalzos. Parecían estar huyendo, pero ya que a él le aterraban las arañas, se movió y algunas lo mordieron produciendo un dolor casi imposible de creer. Era como haber recibido muchas agujas filosas y gruesas, de esas que usaba su hermana para tejer, en sus tobillos, sobre sus dedos de las manos y los pies, subían hasta un punto en su brazo y lo habían atravesado de un lado al otro reviviendo la sensación de la flecha al herirlo. Cayó sobre su trasero y las arañas continuaron corriéndole por encima.
— ¡Fuera! —Gritaba casi inmovilizado por el terror. — ¡Fuera! ¡Aléjense!
De nuevo escuchó ese sonido, pero ya no era un simple murmullo en alguna parte entre la oscuridad. No. Parecía provenir del área a su espalda. Aterrado al tope, giró su cuello para echar un vistazo sobre su hombro, pero no había nada. Entonces ese sonido volvió:
— Ayúdame. —Había resonado en la lejanía. Se repitió varias veces y él sólo seguía buscando con la mirada alrededor. Ni siquiera se había puesto de pie pues aún le dolía el cuerpo, pero el terror había conseguido una tregua para que lo ignorara.
— ¡Ayúdame! —Gritó algo que le sujetó el tobillo con violencia. No estaba detrás, estaba de frente y era ese hombre casi despedazado.Jeong comenzó a gritar desenfrenado tratando de apartarlo, pero no podía. Sus pies se atoraban entre los cortes abiertos y sangrantes y sólo podía sentirlo arrastrándose sobre su cuerpo hasta que su cara estuvo frente a sus ojos. Entonces más manos lo sujetaron de la cara desde atrás y pudo ver a sus costados las caras deformes de los otros supuestos exorcistas.
— ¡Tú nos mataste! —Le reclamaron antes de tirarse todos sobre él.
— ¡Nos mataste! ¡Ahora muere tú! —Sintió como si lo arrastraran a un abismo donde no habría más que una caída sin fin con cadáveres tirando de su cuerpo.Se sentó de golpe. Ya había comenzado a gritar con todas sus fuerzas, pataleando tratando de quitarse la sensación de esas manos. Yul había llegado justo en ese momento y su tío entró poco después.
— ¡Jeong! ¡Jeong! —Lo sujetó de los brazos y lo sacudió. — ¡Jeong, despierta! —Ya lo estaba. Había despertado gracias al horrible respingo, pero estaba llorando. Su vista borrosa y sus párpados pesados se debían al llanto y nada más.
— Tranquilo. Estás bien. Era sólo una pesadilla. —Consoló Seung Ju también con un tono paternal de ultratumba para los oídos del joven.
Yul miró alrededor de la habitación. No estaba inspeccionándola. Era obvio que el castaño había estado durmiendo, en cambio, buscaba a su hermana que no se había presentado. Torció los labios ligeramente.
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Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇
Historical FictionHay quienes dicen que la mala sangre se hereda, que si has nacido con un corazón negro así será para siempre, pero lo cierto es que nadie nace odiando, mucho menos deseando ver a todos a su alrededor muriendo en soledad y agonía, en el olvido, la de...