La sala del trono se había convertido en el lugar donde el emperador pasaba más tiempo hacia casi un año. El aire frío que se filtraba ligeramente no le afectaba tanto como lo hacía su propia mente.
— "Debería estar coronando a Han kyul y llevando a Eunyeong y nuestro hijo lejos." —Se quejaba frotando su sien del lado derecho. Había estado tan frustrado que casi podía jurar que sus venas estaban visibles en ambos lados de su frente. — "No puedo renunciar en medio de esta guerra, pero seguimos perdiendo territorio a cada paso. Parece que estamos destinados a la destrucción."
— Saludo a su majestad. Diez mil vidas en paz. —Se anunció uno de los guardias de las puertas.
— ¿Qué sucede ahora? —Volvió sólo su rostro hacia él.
— Su majestad, algo grave ha sucedido dentro del palacio. Su alteza, la emperatriz, está desconsolada y nadie ha conseguido saber lo que le pasó. El eunuco Oh Jiho trajo la súplica para que usted defienda el honor de su alteza.
Young Hwa exhaló con pesadez. Se dirigió a la puerta casi de inmediato y fue transportado en su sedán hasta el palacio Bonbu.
La emperatriz, que había estado envuelta en su manta desde la noche anterior, aún estaba en su cama, llorando desconsolada. Las dos doncellas que la habían asistido después de la fiesta del octavo príncipe seguían allí, intentando hacerla beber una infusión para los nervios. O eso fue lo que presenció Young Hwa cuando las puertas de la pieza se abrieron para él. Entró y sus pasos resonaron.
— Emperatriz. —La llamó y ella finalmente miró. Estuvo a punto de levantarse, pero él la detuvo al anunciar que podía saltarse las formalidades. Se sentó junto a ella y la miró.
— Me dijeron que estabas mal, pero no habría esperado verte tan deplorable. ¿Qué es lo que te pasó? —Ella apenas se levantó un poco sobre un codo para poder verlo mejor.— Su majestad, me han insultado de esta manera. Me siento tan avergonzada. —Hablaba entre sollozos. Apenas era entendible lo que decía. — Su majestad, quisiera morir.
— Emperatriz, trata de calmarte y dime lo que sucedió. —Le palmeó la espalda. Ella continuó llorando sin dar más explicación. Young Hwa no era excepcionalmente paciente escuchando a las personas desconsoladas, pero siendo la hija de su mejor estratega, se frotó el puente de la nariz con los dedos índice y pulgar y continuó:
— ¿Alguien aquí sabe lo que sucedió?— Informando a su majestad —Fue una de sus doncellas quien se adelantó para hablar—: anoche, su alteza tuvo un episodio de insomnio. Ella comparte las preocupaciones de su majestad por la guerra, así que fue al salón principal para dar una caminata. ¿Quién sabría que alguien entraría para atacarla tan vergonzosamente?
— Explícate. ¿Qué le sucedió a la emperatriz?
— Su majestad, la emperatriz estaba en el salón principal, por lo que no creímos que habría algún problema. Hee Ah y yo estábamos preparando el carbón y un poco de té para relajar a su alteza, de pronto, la escuchamos gritar y corrimos a ver lo que sucedía. Su alteza estaba tirada en el suelo con la ropa desgarrada.
— ¿Quién lo hizo?
— Majestad, cuando Hee Ah y yo llegamos, el perpetrador ya había huido y su alteza estaba desconsolada. No hemos podido calmarla desde entonces.
— Estúpidas. ¿Quién estaba de guardia?
— Los eunucos Oh Jiho y Park Baesung.
— Convócalos.
— Sí, majestad.
El par aún vigilaba las puertas del palacio, por lo que no tardaron demasiado en ir a llamarlos. Su presencia ante el emperador fue, al igual que la de los pocos sirvientes en la pieza, concedida tras ser anunciados, pues la emperatriz no estaba visible y ningún guardia o sirviente entraría sin esta concesión.
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Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇
Historical FictionHay quienes dicen que la mala sangre se hereda, que si has nacido con un corazón negro así será para siempre, pero lo cierto es que nadie nace odiando, mucho menos deseando ver a todos a su alrededor muriendo en soledad y agonía, en el olvido, la de...