CXLII

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La mansión filarca era grande. Tanto como el palacio de Andong, donde la misma joven había estado hospedada por unos días antes de ser echada a su suerte en un carruaje nupcial; pero no podría compararse con la aludida mansión regente. Y lo supo en cuanto la vio.

La residencia tenía un enorme arco sin puertas. Estaba completamente hecho de rocas, aunque no eran visibles porque estaban recubiertas con mármol a lo alto y ancho, hasta en los muros que anexaban más arcos dando paso por casi cualquier punto. La explanada exponía, de entrada, un jardín bien cuidado, con altos arbustos bien formados, árboles y, ante cada arco se extendían senderos formados con rocas cortadas y pulidas enterradas en el suelo llevando a la escalinata de la mansión al centro del terreno. Seis escalones largos de tabiques blancos. El pórtico también tenía un suelo largo y cristalizado por ese material de vidrio reflejante. Había una sola puerta de ingreso a la mansión y era alta. Las puertas de madera de roble eran corredizas. Fue Yul quien las movió. Luego se extendía un pasillo no demasiado largo con estantes incrustados en el muro para colocar los zapatos. Dos metros adelante, una cortina blanca y traslúcida que dejaba pasar buena parte de la luz y retenía insectos fuera. Tras esta, la gran estancia cómoda y reconfortante. Almohadillas en el suelo, sobre las que se echaron los niños pequeños que ya podían avanzar solos. Los jóvenes adultos se habían retirado por cuenta propia. Los niños mayores se retiraron detrás del regente hacia un pasillo, las niñas con la dama de consignación y el señor maestre se quedó junto a los más pequeños explicando algo que la esclava no escuchó debido a la voz de Namoo.

— La casa dispone de veinte salas de baño. —Explicó a la esclava un poco aturdida.
— Te ayudaré a preparar la tina...

— Puedo hacerlo sola, mi señor. Ya lo he molestado demasiado. —Él se volvió de frente a ella.

— Dudo que alguna vez hayas visto un aseo como este. —Se volvió hacia el camino.
— Sígueme.

Caminaron a través de un pasillo recubierto en sus muros con una enorme pintura del paisaje de la montaña. Ahora lo sabía porque la había conocido. Había manos muy pequeñas pintadas allí con tinta negra.

— ¿Eso qué significa? —Le llamó a Namoo y él miró.

— Una mano por cada nuevo miembro. Su nombre se graba debajo de su huella, para que las generaciones futuras puedan ser testigos de sus ancestros. —Abrió una puertecilla que llevaba a una pieza de muros completamente cerrados, exceptuando la ventanilla en lo alto de una esquina. El suelo era de madera y estaba barnizado y encerado. Al centro de la pieza había un pozo poco profundo, como un gran cuenco, cuyo fondo también era de un material cristalizado de color verde. Había un orificio en un punto de la circunferencia.
— No tienes que acarrear agua. —Explicó al brindarle un par de toallas limpias, enrolladas en una peculiar forma de corazón.
— Mi tío Jeong es muy detallista. Parece estar siempre enamorado por su afición a embellecer cada cosa con formas delicadas, pero al final —Se perdió en sí mismo— nunca lo he visto ser así de cercano con nadie más allá de la familia. —Suspiró. — Supongo que es su forma de demostrar su cariño por los miembros. —Caminó hacia una de las esquinas cerradas de la pieza.
— El agua llega por la fuerza de la rueda tras este muro. Esto —Tocó una vara gruesa, evidentemente formada con trabajo— bloquea el movimiento de la rueda. Todo lo que hay que hacer es quitarlo y el agua fluirá sin problema. —Actuó mientras explicaba. El sonido al otro lado delató el primer chapoteó. Luego, por el orificio de la tina, el agua comenzó a llenarla.
— Es como una caldera. Por debajo corre calor, así que el suelo se calienta naturalmente y entibia el agua, pero hay que esperar un poco. Cuando la tina tenga la cantidad de agua que se desee, sólo coloque esto de nuevo en el orificio. —Tomó una de las manos de la chica para dejarle la vara. — La dejaré bañarse ahora. —Se despidió y retiró sin mirarla de nuevo.

Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora