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Transcurrieron dos días más. Dos días en los que, casi sin darse cuenta, su popularidad había crecido al punto en que los sirvientes de la casa de Sin pasaban a menudo a la habitación de las luciérnagas para dejar todo tipo de presentes para Yul.

— Joven señor Yul —Saludó con una venia de pie una de las sirvientes. Llevaba una pequeña olla en las manos y una sonrisa en los labios—, he traído esta olla con sopa de ginseng para usted.

— Se lo agradezco. —Respondió él sin siquiera mirarla. Ocupado en leer un papel que doblaba y desdoblaba a su propio ritmo.

Ella dejó la entrega en la mesa y luego volvió a dirigirse al joven.

— Perdone, joven señor; hoy también ha recibido muchos regalos. ¿No le gustaría salir y conocerse con alguno de esos admiradores?

Yul suspiró bajando el manuscrito y cerrando los ojos. Entonces fue Jeong quien respondió:

— Mi joven amo está ocupado ahora. Él aún tiene que terminar las evaluaciones y tendrá otras dos reuniones en poco tiempo. No saldrá hasta ese momento. Por favor, no insista, ya que nuestra tradición dice que debe permanecer concentrado en la comparación de cada pretendiente y sólo lo puede interrumpir al atender a otro de ellos.

La joven asintió una vez.

— Entiendo. Bueno, le prepararé un poco de té, joven señor. ¿Le gustarían algunos pastelitos?

— Le he traído el té poco después de nuestro regreso. —Continuó amable el castaño. Hablaba bajito, como si temiera despertar a un bebé.
— Por ahora está bien. Gracias.

Ella volvió a asentir. Miró al joven moreno una vez más y sonrió:

— Me despediré entonces, joven señor.

— Mm. —Fue su única respuesta mientras volvía a revisar el escrito.

Tras su salida, Jeong se encargó de cerrar la puerta como la tenía antes y volvió junto a Yul para leer también.

— ¿Ya lo encontraste? —Habló aún bajito y recibió una respuesta de la misma manera:

— No. —Volvió a doblar el papel cuidando los pliegues, aunque al final lo arrojó al quemador de incienso encendido a su lado.

— Mm. ¿Siquiera te imaginas lo que dirá?

— Tengo una suposición. Debería hablar sobre los nobles, más exactamente sobre lord Song. Debe tener un método de distribución de los soldados, un lugar donde los entrena y el método de esto, también debería tener la cantidad de soldados que hay en toda la nación y sus posiciones dentro y fuera de batalla.

— ¿Seguro?

— Claro. Song es el general de la nación. Debería llevar ese tipo de control. Incluyendo sobre la guardia del emperador.

— Tú no lo haces. —Reprochó haciendo un mohín con sus labios.

— Los ejércitos de Song están compuestos por miles de soldados. Yo puedo memorizar todo eso porque no somos tantos. Debe tener todo anotado y debemos hallarlo para averiguar cuántos están dispuestos para la ciudad ahora y saber a qué más nos enfrentaremos.

— Pues no parece que estés teniendo mucho éxito. Creo que, al final de cuentas, ir a su casa y copiar todo esto no sirvió de nada. —Yul lo miró, pero el mayor no lo miraba. Seguía con esa mueca en la cara y paseaba sus pupilas por cualquier parte en el techo.

— ¿Aún estás enojado?

— No, joven amo.

— No mientas. Aún lo estás.

Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora