XCVII

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— Buenos días, joven amo. Traje su desayuno. —Saludó Jeong entrando a la pieza con una pequeña mesa con platos de verduras, algo de pescado, pato y arroz en las manos, que llevó directamente ante el menor leyendo, impecable, algunos escritos que había llevado consigo. La colocó en silencio y luego se quedó arrodillado a un lado de él, con las puntas de los dedos en el suelo y la cabeza baja.

— Luces distinto hoy. —Fue lo primero que dijo mientras dejaba el libro a un lado. — ¿Qué pasa para que actúes así?

— ¿Le disgusta a mi amo? Después de todo, sólo soy un sirviente. —Yul entendió en un instante que estaba enojado. — La actitud de un sirviente debe ser siempre dócil con su amo.

— ¿Me estás reclamando?

— Este sirviente no se atreve, joven amo. —Yul frunció el ceño. Miró el desayuno y volvió a ignorarlo para mirar al estanque al otro lado de la puerta. No tenía hambre. O quizá la tenía, pero no quería esa comida.
— Joven amo, ¿comió, quizá, demasiado ayer en su reunión que, quizá, le dio una indigestión? ¿Debería, este sirviente, ir a prepararle medicina?

— No lo quiero. —Respondió en seco. Jeong bajó más la cabeza.

— Por favor, pruébelo, joven amo. Este sirviente lo preparó personalmente y a su gusto.

— Puedes tenerlo entonces. No quiero que sea un desperdicio. —De nuevo Jeong se entristeció y bajó más la cabeza.

— E-este sirviente —Tartamudeó al borde de un sollozo— no es digno de tomar sus alimentos. Se lo suplico, coma algo.

Yul miró la mesa en silencio. Sentía un nudo en la garganta y otro en el estómago. Ambos ocasionados por esa actitud que le parecía tan denigrante. Sirviente. No había tal cosa en Hwang y no porque fuera malo, sino porque llamar a alguien "amo" le parecía lo mismo que colocar un letrero de propiedad.

"Hay personas que hacen los trabajos que nosotros no hacemos, pero no significa que nos pertenezcan. Trabajan y viven, respiran, sangran y se alimentan como cualquier otro. No hay trabajo que no deba respetarse. No hay sirvientes en esta casa, sólo personas que hacen labores distintas."

Había dicho su madre en algún momento mientras hablaba con la abuela Han.

Suspiró. Pensó en decir algo más, pero antes de que pudiera organizar sus palabras, Jeong ya se había acercado hasta su lado y, alcanzando los palillos, tomó un trozo de calabaza asada y la acercó a la boca del moreno.

— Coma por favor, joven amo. —Mantuvo la comida a la misma distancia y, mirándolo fijamente, Yul cedió.

El sabor era el mismo, pero no sabía igual. Era como la luz del día que había llegado un par de horas antes. Era opaca, como todos los otoños. También el viento era frío. El cielo y las gotas de lluvia. Todo era lo mismo, pero no era igual…

Quiso arrojar todo a un lado y abrazar al castaño fuertemente agradeciéndole no haber bajado solo. No estaba seguro de si soportaría eso durante quién sabe cuánto tiempo. Finalmente, habían conseguido manipular la situación para entrar en la casa al mismo tiempo que sellaban el compromiso de Ari, lo que suponía que no estarían allí de por vida; a diferencia de si hubiese bajado Jeong solo. Entonces estaría vendido de por vida al servicio de Sin hasta que acabaran con toda su prole.

— "Si tan sólo fuera tan fácil." —Desvió su rostro pensando profundamente.

— ¿Sucede algo, joven amo? —Se angustió con un nuevo bocado de arroz en los palillos.
— ¿Este sirviente resulta molesto al servirle?

Yul exhaló con fuerza y los ojos cerrados.

— Déjalo ahí. Lo tomaré yo mismo.

Y Jeong obedeció sin más. Se retiró la distancia de tres pasos arrastrándose sobre sus rodillas, luego hizo una reverencia y finalmente se puso de pie diciendo:

Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora