El origen de la maldad en la humanidad ha sido debatido por años. ¿Nacemos buenos? ¿Nacemos malos? ¿Es culpa de la sociedad, de la familia o de las circunstancias?
Maquiavelo fue un príncipe que sostuvo la idea de que el hombre es perverso y egoísta por naturaleza, llegando a tocar la bondad sólo cuando lo precisa para su beneficio, sin embargo, también hubo otros más que predicaron la culpa sobre la sociedad y las circunstancias que perturban la conciencia y la moral humana. Friedrich Nietzsche, por otro lado, fue un filósofo alemán cuya obra influyó, profundamente, en el pensamiento contemporáneo de la cultura occidental, después en el mundo. Una de las citas más renombradas dice: "quien con monstruos lucha, debe cuidarse, a su vez, de convertirse en uno. Al mirar al abismo por tanto tiempo, el abismo mira dentro de ti también"...
(Por supuesto que, en la dinastía Joseon, aún no se citaba esta frase, ni ninguna otra de occidente.)
Sea cual sea la idea correcta, sea cual sea la más aceptada, repudiada o aclamada, lo cierto es que todo ser humano posee una conciencia y entendimiento propio. Una vez que usa la razón, es capaz de diferenciar lo bueno, lo malo, lo que le beneficia y lo que le perjudica, cada uno escoge por su propia cuenta. Una vez que tiene ese entendimiento, sus acciones y consecuencias están en sus manos, aunque quiera culpar a otros.
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Hwan siempre había tenido miedo de la oscuridad. No se debía a lo profunda que era, ni por el hecho de no poder ver nada de lo que había a su alrededor. Le asustaban los ruidos que llegaban a rasguñar sus puertas, ventanas y las esquinas de la habitación, escuchar algo arrastrarse sobre el suelo, puertas abrirse y cerrarse y la idea de que, al asomarse, vería algo horrible. Le asustaba más mirar en la oscuridad y descubrir que podía ver bien que pensar que no podría hacerlo. Sin embargo, después de aquella noche en que hubo toda clase de ruidos proviniendo de todas partes, toda clase de imágenes y sombras yendo y viniendo, sin más luz que la del fuego abrasador, que por poco lo mata, y la luna, que lo abandonó al entrar en su escondite, y sin ningún apoyo, no le quedó otro remedio que tragar saliva y soportarlo. La dura lección de no tener otra opción, que todos pasamos al menos una vez, es lo que forja el coraje de soportar la repulsión, el horror y la ira.
El trote resonante de su caballo hacía que corriera sudor por toda la cara del manchú que cojeaba por el campo abierto. Los ojos destellantes, sedientos de sangre, del joven príncipe se mantenían fijos en su objetivo; su espada desenvainada en una mano, la otra sosteniendo las riendas de su caballo. Sonrió de lado y blandió una sola vez desprendiendo con éxito la cabeza del cuerpo enemigo.
Su respiración lenta combinó con el suave movimiento orgulloso de su cuello. Detrás de su máscara protectora, su sonrisa delataba que no tenía remordimiento. Este se había desvanecido al permanecer el recuerdo lo que había pasado cuatro años atrás.
Los siguientes días a la emboscada, se la pasó vagando por el bosque, buscando el final del camino que, creía, lo debía llevar al sur. Los estragos del incendio habían dejado un olor a vegetación y carne quemada que revolvía el estómago de cualquiera que entrase en ese denso humo. El fuego sólo se había detenido al llegar a tierra suelta y volver cenizas todo a lo que había tocado.
¿Cuánto se había adentrado en el bosque? ¿Qué tan lejos estaba de Hanyang?
Ni siquiera estuvo seguro de seguir el rumbo correcto cuando la desesperación lo invadió dos días después de quedarse solo. Se derrumbó en el suelo y lloró fuerte, gritó y golpeó sus palmas contra la superficie cubierta de polvo grisáceo, casi negro. Seguía la orientación que recordaba la última vez que vio con claridad el cielo. El sol se ocultaba por el horizonte, polaris estaba al norte, se suponía que debía haber vuelto y, con más de la mitad del bosque completamente quemado, debería haber llegado ya. O eso era lo que repetía su lógica de 12 años.
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Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇
Historical FictionHay quienes dicen que la mala sangre se hereda, que si has nacido con un corazón negro así será para siempre, pero lo cierto es que nadie nace odiando, mucho menos deseando ver a todos a su alrededor muriendo en soledad y agonía, en el olvido, la de...