CXLVI

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¿Quién mejor que uno mismo para entender sus dificultades y penas?

Las palabras con las que los nobles se preocupaban por sus carencias volcarían la idea de que el pueblo sufría por su culpa hacia "los nobles cuidan al pueblo y los fuereños provocan desgracias". Sería entonces, comprensible, que se hallaran las familias entre terribles apuros; que las razones de arrancar hasta el último centavo del pueblo no fuera otra que arraigar la fuerza del imperio a una que tuviera una defensa militar más estable, pero ¿cómo costeaban entonces sus finas telas, sus exuberantes comidas y la extensa colección de caballos, arcos, flechas, espadas, obras de arte y joyería? En cambio, el pueblo sufría las constantes alzas del precio de cada bocado, la necesidad de decidir entre comer o dormir bajo un techo, pagando por una cama para una familia en alguna posada. ¿Cómo considerar esas palabras como una justificación razonable para que escaseara lo indispensable?

La facilidad para declarar aquello erizó la piel de cuantos estuvieran al servicio del jefe del clan. Ya con el tiempo vivido y las atrocidades de las que habían sido testigos, sabría cualquier esclavo o campesino que su vida dependía del estado de ánimo y estima que le concediera un noble. Aún dentro de la mansión de Kim Jo-Sun, regente de la tierra de Andong, los sirvientes luchaban cada día por mantenerse con vida, y no por carencias, pues su amo podría mantenerlos alimentados y darles un techo por el resto de sus vidas, (la que también dependería de su "acaudalada" voluntad); sino por la mentalidad que habían tenido que criar por individuo. Tanto como había los que se erizaban de temor y sólo se atrevían a bajar la cabeza y obedecer, había quienes daban halagos al señor y obedecían en un segundo todas sus órdenes, alzaban la cabeza con soberbia sobre otros pobres habiéndose ganado la preferencia del amo; y también había quienes sufrían las tragedias de sus iguales a pesar de no carecer ellos mismos; aquellos que se arriesgaban a guardar tazones de arroz cuando no tenían monedas suficientes que sacar a hurtadillas de la mansión para repartirlas entre tantos como alcanzara; esos que no tiraban las sobras de comida, las preservaban a lo largo del día y al anochecer recorrían las calles para alimentar a los que ya eran víctimas del clima, las carencias o la enfermedad. Esos. Algunos más ávidos o meticulosos, como aquel esclavo que atendía de cerca al señor cuando se trataba de cambiar el té o retirar las cosas que su excelencia no quisiera en su presencia, atenderlo en el cuarto de baño y desaparecer de su vista. Y no es que fuera malagradecido con su amo, simplemente era demasiado sensible para disfrutar su comodidad mientras sus hermanos y hermanas sufrían en quién sabe qué condiciones, en quién sabe qué lugares.

Tras despedir al soldado, el regente de Andong se dedicó a hablar otro poco con su sirviente más personal (Il-Chong) sobre cualquier rumor que se escuchara respecto a "los demonios ladrones de Gyeonggi" o su complicidad con las clases bajas para derrocar al imperio, aunque fue nula la información. Hacía años que nadie mencionaba a "los traidores" por órdenes de las mismas familias nobles que esperaban que todo desapareciera en un breve tiempo. Evidentemente, no funcionó. La gente hablaba de ello en cotilleos comunes: la culpa es de los nobles...

La culpa es de los emperadores anteriores...

La culpa es de Qing...

La culpa es...

Es...

Es...

...

Fueron los demonios de Hwang...

Era la única columna que sostenía la máscara de la alta sociedad. Que la gente comenzara a cuestionar la veracidad de esas palabras y a proponerse acudir a esos demonios esperanzados en ser salvados por ellos tambaleaba ese soporte y volvía violento y cruel el carácter de los apoderados. Ahora, con consciencia de los rumores, de que los residentes en gran parte de la península habían volcado su lealtad y que amenazaba una prominente guerra contra un enemigo que ya había aniquilado familias nobles, soldados y tomado una buena parte del territorio, además de haber mantenido toda alianza o movimiento lejos del conocimiento de Yi, sin mencionar que la espía An jamás había completado su misión y entendiéndola muerta, se entendían acomplejados por la incapacidad de retomar el dominio de su propia gente.

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Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora