XXXVI

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« ¿Escuchaste sobre ese prisionero del foso? »

« Dicen que es el wonja Hwan. »

« Unas personas escucharon cuando unos de esos guardias le llamaban "seja-jeoha", desde arriba de uno de los pozos. »

« Escuché que quisieron desaparecerlo para atentar contra el emperador. »

«Entonces, ¿el difunto emperador fue asesinado? ¿No murió de tristeza? »

« Escuché que lo tienen aprisionado en el templo Chongmyo. »

« Yo escuché que había muerto en batalla, pero ahora todos murmuran que ha regresado. »

« Dicen que él jamás desapareció, ni murió, sino que fue aprendido y encerrado. »

« Dicen que el recién coronado emperador usurpó el trono atentando contra la vida del legítimo wonja. »

« He escuchado que el wonja siempre estuvo aquí, en la capital. Regresó como prisionero del nuevo emperador al terminar la guerra. Y que fue para mantenerlo lejos de la vista de todos, en silencio y para evitar que tomara su legítimo lugar que el nuevo emperador mandó construir los fosos. Que lo dejará morir lentamente y sin que nadie lo sepa. »

« Entonces… ¿es verdad? El nuevo emperador… ¿es un usurpador? ¿Un traidor? »

Los rumores se extendían desde el extremo norte hasta el más recóndito lugar del extremo sur de la nación. Antes, ya habían surgido muchos rumores por las acciones de Jo Seung Ju, pero esta vez las voces tomaban fuerza; tal que no tardaron en llegar a los oídos del emperador.

Angustiado. Pálido del horror y preso de los pensamientos que se le agolpaban, sólo pudo resolver una solución.

— Ruego su perdón, gran majestad. —Inclinaron la cabeza, con los ojos apretados y las palmas sobre el suelo reluciente.

— Ustedes… —Rechinó los dientes. Su estómago se revolvía del enojo, reteniendo las palabras que quería gritar y el impulso de golpearse la cabeza, arrojar cosas y hacer una rabieta violenta y ruidosa que, al final, no resolvería nada.

— Queríamos que sufriera hasta la muerte. No imaginamos que avivaría los chismorreos de la gente. —Se excusó el general con la frente contra el piso. Al final, Han kyul, sólo suspiró.

— Entiendo. —Reflexionó volviendo a relajarse sobre el trono.
— ¿Lo hizo ya?

— ¿Uh?

— Él. ¿Está muerto?

— Ah… no… no estamos seguros, majestad. Lo vimos hace dos días, pero estaba en la penumbra y no parecía moverse.

— Ya veo. —Golpeteo sus yemas sobre el ancho brazo del asiento. — Vayan y averigüenlo. Si está muerto, quemarán su cuerpo en medio de la noche y sin que nadie se entere. Cuando la gente se aburra de no saber nada y quieran averiguar, sólo verán una celda vacía y, los rumores, se apagarán tal y como iniciaron. —Elevó un índice. — Pero, si resulta estar vivo me lo harán saber a mí y a nadie más que a mí. Lo traerán de inmediato al palacio. Allá afuera, en el atrio exterior; bien atado y amordazado. No quiero que pueda decir una sola palabra. ¿Entendido?

— Así lo haremos, majestad.

— No es necesario que les recuerde que puedo quitarles todo lo que les di. Ustedes son lo que yo digo, y si quieren seguir siendo sobresalientes y ricos más vale que no me oculten nada de nuevo. Mucho menos referente a mi querido hermanito.

Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora