XII

11 3 11
                                    

Al tercer amanecer, Eunyeong hizo una reverencia a sus padres a modo de agradecimiento por su crianza. El sedán que la transportaría al palacio estaba esperando afuera. Su familia entera se había reunido una vez más para despedirla, esta vez llenos de felicidad. Había llegado el momento de presentarse ante el emperador y la emperatriz como la nueva señora dentro del harén, mas su sedán no fue el único en llegar.

Algunos días antes de su boda, en cuanto el emperador había vuelto al palacio, se había encontrado con su madre esperándolo en la sala Hwang-geum jong. Ella no había dudado ni un segundo en reprenderlo por sus decisiones, pero más aún por el asesinato de su hija.

— Madre, el emperador debe preservar su reputación. Ella me contradijo, ¿qué clase de emperador se deja contradecir por una princesa?

— No era cualquier princesa. Ella era tu hermana de sangre.

— Todos llevábamos la misma sangre, madre. —Su expresión seria denotó que no sentía el menor remordimiento. — ¿Quién corrió a decírtelo? Sería una pregunta sin sentido, ya que no hay nadie más que Hami.

— No te atrevas a dañar a tu hermana.

— Se lo he advertido. Mientras no intente retarme, ni ella, ni su familia correrán peligro. Ya he mandado a ejecutar también al resto de la familia de Hana.

— ¿Cómo te atreves? ¿Acaso no piensas en lo que puede ser de todo Andong?

— Por supuesto que sí, pero, al igual que tras las muerte de todos los demás príncipes, la de Hana sólo deja vacante otro puesto para ministros y funcionarios, y ya decidí aplicar los exámenes esta semana. Andong no quedará a la deriva. Ya te lo dije, madre real, ella se lo buscó.

— ¿Es todo esto por esa mujer? La fuiste a buscar hasta esa casa kisaeng, ¿no es cierto? —Young Hwa exhaló sonriendo naturalmente.

— Cuando Young Soo fue nombrado seja-jeoha, no tuve la menor intención de robarle nada. Había, de hecho, perdido interés en el trono, pero cuando ella se fue, entendí que no tenía otra manera de poner solución. —Dio un paso hacia ella. — Sí. Lo hice por Jo Eunyeong. Y ha funcionado de maravilla. Me casaré con ella en quince días.

— ¡No lo permito!

— Lo lamento, madre —Su voz continuaba pacífica—. No cambiaré mi posición.

— ¿Cómo puedes siquiera pensar en mezclar a esa mujerzuela con las damas que he seleccionado cuidadosamente para formar tu harén?

— Madre, no le faltes al respeto. —La emperatriz viuda se mostró ofendida y sorprendida.

— ¿Estás consciente de la suciedad que trae consigo? Una dama del harén debe ser pulcra, inmaculada. ¿Crees que una kisaeng, más aún, una tan afamada, tenga esa pureza?

— Ella dice que no ha sido tocada por nadie antes, que jamás vendió su cuerpo, y le creo.

— ¿Cómo sabes que no te miente?

— Envía a alguien a cuestionar al hojang si lo deseas, madre. —Se inclinó hacia ella. — Pero si se atreven a lastimarla, como sea, no te lo perdonaré. —Se giró hacia el pasillo a punto de irse. Ella lo retuvo al reprenderlo:

— ¡Insolente! ¿Cómo te atreves a hablarle así a tu madre por una mujer? —Young Hwa suspiró y se volvió hacia ella.

— Madre, soy un emperador. Sé bien que no debo entregar mi corazón fácilmente, pero ya ha sido alcanzado por ella. Desde que la vi, entendí lo que era el amor a primera vista. Antes, hablé con el padre real y le dije lo mucho que me había conmovido Jo Eunyeong. No esperaba que lo comprendiera, así como no espero que lo hagas tú. No puedo controlar esto que siento, sólo es por ella que he llegado a esto y que haría más. Madre, ni tú ni nadie va a cambiar mis sentimientos, ahora está claro, porque se han mantenido vivos e intactos por todos estos años.

Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora