LXXIX

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La histeria colectiva puede ser la mayor causa de epidemias y pandemias descontroladas. Si bien, los síntomas deben ser expuestos para estar alerta y acudir a un médico en caso de tener alguno, en muchos casos puede que sea más responsable de la rápida propagación el simple hecho de sugestionarnos a tener algo.

«Siento fiebre.» «Te vas a resfriar.»

«Me salió una mancha negra en x lugar.» «Podría ser cáncer.»

«Siento el resfriado muy fuerte.» «Será COVID.»

Un comentario. Una sugerencia. La mente es muy vulnerable a las sugestiones, por eso a veces nos sentimos peor cada día y aplazamos un chequeo médico temiendo la confirmación de lo peor, hasta que no queda más y terminamos enterándonos, para bien o mal, de las palabras del médico. Entonces, ¿qué creó la enfermedad? ¿Fue la sugestión? ¿El hecho de hacernos creer que era real y obligar a nuestro cuerpo a tener los síntomas, o era algo que por temor a averiguarlo cuando tenía tratamiento, lo dejamos agravar?

Satisfechos de ver que su hazaña surtía efecto, habían disipado una parte del pánico de la gente al asegurar un nulo "contagio" de momento.

Después, habían sido conducidos a las rústicas oficinas de los oficiales de seguridad, que en realidad llevaban sólo el registro cuantitativo de la población y sus adquisiciones externas para conocimiento del encargado del pueblo. Estas se encontraban en la entrada, a los costados del arco y perpendiculares al mercado. Había aún muchas preguntas que todos tenían, pero la razón por la que habían sido llevados allí era, de hecho, para corroborar la información del acceso de otros comerciantes de regiones sureñas.

— Es como dijeron. En dos meses, al menos, no se ha recibido a ningún comerciante del sur.

— Quizá, sin intención de ello, la intervención de Yul y la señorita Ari en los pasos de la montaña volvieron esto posible.

— Shh. —Miró a la puerta de madera. No hubo ruidos al otro lado, y tampoco había siluetas que delataran la presencia de alguien más.
— Debemos hablar bajo. No olvidemos que hay gente al otro lado.

— Según nos dijeron —Marcó, Seung Ju, una línea sobre un mapa—: estos son los puntos de comercio principales entre el norte y el sur. ¿Tienen idea de cuántos pueblos hay en los límites de Hwanghae y Gangwon?

— Hace mucho que nos fuimos del territorio norte.

— En aquel entonces eran solamente un par de pueblos. Gangwon aún estaba casi en la ruina y no había más que chozas abandonadas y destruidas. El pueblo más cercano a este estaría aquí. —Señaló un punto en el mapa. — Al menos a tres días de camino a pie.

— Hwanghae también tenía poco en ese entonces, pero la simple vista del mercado ha delatado que se han repuesto bien.

— Incluso si no fue difícil convencer a estas personas, no todas podrían creerlo tan fácilmente. Cuánto más nos acerquemos a la ciudad principal, más incrédulos serán.

— Querrán averiguarlo. Si intentan aclararlo con la nobleza del sur, la misión estará perdida.

— Exactamente para eso venimos preparados. —Explicó Seung Ju. Miró una vez más a las puertas y bajó más la voz al mostrar un pequeño pañuelo blanco que envolvía setas amarillentas con el centro de tono marrón anaranjado. — Estos son los hongos ppalganbul. —Su expresión denotaba pesadez, y era evidente para todos.
— Cuatro de mis sobrinos murieron por estas cosas. —Se lamentó. Dos de sus compañeros a sus lados le palmearon la espalda.

Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora