XLII

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— Hwan estaba vivo. ¿Cómo pudiste aceptar ascender? Usurpaste el trono.

— Cuida la manera en que me hablas, concubina. Soy el emperador ahora. —Se giró dando poca importancia a sus palabras. — Además, ¿qué más querías que hiciera? Han pasado diez días desde mi coronación, ¿cómo podríamos saber en ese tiempo que él estaba vivo? —Mintió con una sonrisa nerviosa y dándole la espalda. — Hwan huyó. Abandonó al padre real y lo dejó morir de tristeza. Pronto se cumplirán cinco meses desde que su cuerpo reposa en el sepulcro imperial.

— Hwan jamás abandonaría a su padre. De eso estoy segura.

— Tu confianza en ese pequeño monstruo es irreparable, madre Soyun, pero no hay nada que puedas hacer.

— Te has mantenido escondido aquí desde ese incidente. Esta no es la primera vez que intentas matarlo, ¿no? Es por eso que te asustan tanto sus palabras. —Han Kyul se volvió a grandes zancadas hasta ella y la apuntó con un dedo.

— De ahora en adelante, es mejor que cuides las palabras que salen de tu boca. La única razón por la que sigues con vida es porque eres la madre de Sae young. —Ella mantuvo la cara en alto.

— Si lo que digo fuera incorrecto, Han kyul, nos habrías informado en cuanto lo trajeron, o le habrías devuelto su legítimo lugar. Sabes que Hwan es el heredero escogido por su majestad, así como sabes que no huyó. No abandonaría sus responsabilidades, a su padre ni a su nación.

— ¿Sabes que Hwan asesinó a la princesa Gyeong-hui? —Se relajó. — Y con ella a mi futuro heredero. El símbolo de la unión entre las naciones, ¿y crees que le importó eso? —Se volvió hacia el trono diciendo:
— Mi padre siempre me subestimó. Este trono, este palacio, esta corona, siempre debieron ser míos. Yo soy el hijo de la emperatriz. Este es mi legítimo lugar, pero para el padre real sólo existía Hwan, sólo existía el esfuerzo de esa cosa bestial que jamás debió ser llamado wonja. ¿Y qué es lo que ha hecho? ¿Uh? ¿Acaso él pensó en lo que haría el norte si se llegaran a enterar de esto?

— ¿Si se llegaran…? ¿No querrás decir cuando se enteren? Es momento de traer a un ministro para debatir la solución.

— No. No lo sabrán. Nadie lo sabrá.

— ¿Crees que la reina viuda no se preocupará por su hija? Hace unos días que recibimos su carta pidiendo que la dejaras cuidar de este embarazo.

— La rechazaré.

— Ella sospechará.

— No lo hará. Le diré que son nuestras tradiciones.

— Han kyul...

— ¡No me cuestiones! ¡Se hará como dije! Ya han comenzado a embalsamar el cuerpo de la princesa, y envié a alguien a buscar entre los plebeyos más miserables a una mujer que esté embarazada y que vaya a dar a luz cercana a las fechas en que debía nacer mi hijo. La traerán al palacio y la cuidarán para que tenga un hijo fuerte y sano, y cuando el bebé haya nacido enviaré una carta al palacio de Choe para comunicar la triste noticia. La princesa Gyeong-hui murió al dar a luz, pero el símbolo de la alianza sobrevivió. Así la alianza no se romperá. Gobernaré sobre ambas tierra y una nación, más fuerte y gloriosa, se levantará bajo mi mano y sobre las ruinas que dejó mi padre. —Soyun puso cara de espanto. La puerta se abrió llamando la atención de ambos.
— Ah, Sae young. —Sonrió saludando al hombre, vestido con el uniforme del más alto cargo militar, seguido por cuatro soldados más. A un metro del trono, se inclinaron sobre una rodilla y bajaron la cabeza.

— Saludo a su majestad. Diez mil vidas en paz. —Se dirigió a la mujer. — Madre. —Saludó bajando una vez la cabeza.

— Saludo a la consorte imperial Soyun.

Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora