XVI

19 3 19
                                    

Eunyeong no entendió exactamente cómo había logrado contenerse con tanta tranquilidad durante más de dos semanas. Salía a dar cortas caminatas por el palacio en compañía de Soyun y los criados de cada una. Aquella tarde, después de cruzar el umbral y despedirse de Soyun, tenía pensado ir a encender un incienso por sus niños y orar a su padre, pero en los últimos días había estado bastante mareada. Era como si su cerebro se revolviera y cambiara de lugar con su estómago, o se llenara de sangre al punto de estallar.

Una de las doncellas de su palacio había estado esperando su regreso. Cuando la vio subir las escaleras hacia la entrada de la residencia, se apresuró hacia ella luciendo un poco angustiada y confundida.

— Señora Eunyeong.

— ¿Qué sucede? —Se extrañó por el tono de la joven.

— E-es que... hay un erudito que vino a buscarla. —Eunyeong se encogió confundida.

— ¿A mí? —Miró a Rin Su. — No conozco a ningún erudito. ¿Cuál es su nombre? —Se dirigió de nuevo a la chica.

— Dijo que su apellido usted lo conoce bien. No trajo a ningún acompañante y ha estado esperando en la sala principal todo este tiempo. —La consorte estaba plenamente confundida. Miró a Rin Su de nuevo y asintió dando a entender que entraría. Ambas doncellas la escoltaron hasta el interior e inspeccionaron con una mirada los lugares en la mesa de invitados. La pieza estaba, aparentemente, solitaria.

— No ha salido, mi señora. —Afirmó la joven extrañada. — He estado esperando por usted en la puerta, pero no lo he visto salir. —Eunyeong la miró.

— Que los guardias busquen en todo el palacio. Podría ser un criminal astuto. —La joven asintió y se retiró de inmediato.

Desde una esquina, escondido entre las sombras y observando atentamente a la consorte, se encontraba un joven, no pasaba de los veintiocho años. Sonrió al verla hablando despreocupada con su doncella y caminar exactamente dentro de la sala principal.

— Cuánto tiempo sin vernos, Jo Eunyeong. —Ella miró, sobresaltada, en dirección a la esquina. Entonces lo vio. Rin Su se colocó delante de ella un poco angustiada hasta que el joven salió de su escondite y se detuvo ante la luz cenicienta que atravesaba el papel.
— Cuando mandaste a buscarme, no podía creerlo. Nunca hubiera pensado que después de limpiar mi cobertizo y hacer algunas labores en mi casa, terminarías viviendo en el palacio. —Rin Su sintió en su hombro la mano de su amiga y la miró. Era una señal de que podía relajarse.

— Anuncia que no alarmen a nadie. La búsqueda ya no hace falta. —Dando una última mirada al joven, Rin Su hizo caso. Se retiró rápido con la intención de volver de igual manera. Eunyeong volvió su mirada a él y lo observó acercándose a pasos tranquilos.

— ¿Sabes? Llegué suponiendo que podría preguntarte personalmente si aún estás asustada de mí, pero la respuesta llegó por sí misma. —La luz aclaró su imagen y, sólo entonces, ella pudo ver que vestía las ropas de todo un erudito, tenía la piel blanca, lisa y sin rastros de bello facial. Tal y como lo recordaba.
— Permítame presentarme debidamente, señora. —Se arrodilló. — El joven aprendiz de médico, Byun Chanho, saluda a la consorte Eunyeong. Que la consorte goce de buena salud y prosperidad. Que su feto real sea fuerte y saludable.

— Levántese. Creí haberle enviado instrucciones de que no me buscara personalmente. —Caminó sin mirarlo. Se sentó y ofreció a él que lo hiciera también.

— El mensaje que me ha enviado a través de su bella doncella me hizo pensar que la situación ameritaba que, por lo menos, pudiera hablar con usted una sola vez. Bien debe recordar que soy un hombre íntegro, agradecido, así que he venido con la clara y única intención de asegurarle mi discreción. Después de todo, le debo un favor. —Ella inhaló profundo cuando esa frase activó su memoria. Su sonrisa felina llena de astucia siempre había conseguido ponerla un poco nerviosa, aunque no podía negar que tenerlo de su parte era un gran beneficio. — Señora, cuando trabajaba para mí en Hahoe hizo cosas que le erizaron hasta el último de los huesos —Recordó y ella apretó sus dientes—. Sé que no fui un buen patrón para usted y, de hecho, seguramente tuvo momentos muy desagradables por mi causa, así que quiero compensarla. Lo repito: considere mis servicios y discreción dedicados a usted.

Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora