CIII

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Cercano a las once de la noche, en medio de la oscuridad del sendero, el par caminaba en calma pateando piedrecitas o saltando entre las rocas a los lados del camino.

— ¿Qué hay con eso que Sin te propuso en la mañana? —Continuó Jeong una conversación que no habían dejado caer durante horas.
— Lo de enviarte guardias para que te escolten hasta tu aldea y también de vuelta con Ari.

— Le dije que lo aceptaría.

— Por eso es que te lo pregunto. ¿Por qué aceptaste? —Yul lanzó la piedra a un lado.

— En primer lugar: si me hubiese negado habría sido sospechoso después de que he estado tan "asustado" de todo lo que cuenta de los bandidos de la región y cómo se esconden por toda la montaña, el supuesto robo, sumándolo al hecho de que sólo me sé defender lo suficiente para salir corriendo. No sería creíble que soy un indefenso lord que desconoce el mal de este mundo por vivir en un lugar de ensueño. En segundo: será útil para nosotros.

— ¿De qué manera?

— Una docena de hombres con el uniforme de los soldados de Hanyang irá con nosotros a nuestro territorio. Tendremos doce uniformes para que doce de nuestros miembros bajen y se mezclen con los guardias de la muralla.

— ¿Eso no sería peligroso? Los reconocerán.

— Es por eso que le pregunté a Sin si no sería una desventaja para ellos que doce se vayan. ¿Recuerdas lo que dijo? Apenas se topan los que vigilan arriba con los que vigilan las puertas. Siempre y cuando las puertas no se queden sin guardias, a nadie le afectará. —Jeong asintió.

— Entiendo.

A esa distancia, la oscuridad era ahuyentada por las brillantes linternas de colores y el silencio por la música y el bullicio que desfilaban desde esa puerta de la ciudad hasta el extremo opuesto.

¡El gran festival había comenzado!

Su aura vibraba con más fervor que los días anteriores por ser, ese, el último de celebración. Incluso los recatados nobles a cargo del orden habían cedido un poco y se mezclaban entre los vendedores que abarrotaban la mayor parte de la calle consiguiendo algunas artesanías o bocadillos, o se reunían en las tabernas riendo y compartiendo bebidas y comidas.

Resonaban también los instrumentos metálicos del grupo que desfilaba por la calle haciendo un espectáculo de marometas y danza.

Al avanzar un poco más se pudo ver a algunos otros vendedores empujando o jalando sus carretas cargadas con decoraciones, accesorios, dulces, linternas con caracteres de buena fortuna o a unos pocos llevando pequeñas luces de bengala.

— Vaya. Es bonito. —Espetó Jeong. No sólo por ser el primer festival grande que viera, sino porque no había considerado las celebraciones fuera de su aldea ni una vez en su vida.

Había niños corriendo y jugando, riendo felices. Cuando un pequeño grupo pasó frente a ellos y lo siguieron con la mirada, se percataron de un grupo de adultos reunidos alrededor de algo.

— El hombre era pobre, pero muy trabajador y un día, andando por el campo, unas risas femeninas le atrajeron. Eran tres seres celestiales jugando en el agua de un pozo.

Escucharon un golpecito y después la voz cambió:

— Uhm. Alguna se dio cuenta de su presencia y, al mirarlo... se quedaron prendados uno del otro.

— Bien. Bien. —Había felicitado la primera voz antes de que volviera a sonar el golpe y cambiara a alguien más.

— ¿Qué crees que estén haciendo?

Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora