El recinto de sus investigaciones y desarrollos. La "mansión maestra".
La distancia que los separaba no era especialmente grande. Ni siquiera un día de viaje, aún a caballo serían sólo unas cuatro horas en dirección al este de la ciudad. Más cercana a las murallas que a la costa.
Se alzaba, orgullosa y altiva, la elegante mansión; con sus jardines sin brotes por la temporada, pero aún cuidados meticulosamente hasta sus esculturas de piedras talladas a mano, y las vertientes que abastecían el riego de la tierra y regulaban el desbordamiento del estanque. Sus tejados negros, inclinados sobre los muros y mástiles de madera oscura, ya revelados en tan sombrío clima por la luz de las linternas de papel recibían la atención antes de ingresar al recinto de suelos de madera brillante y pulida, los pasillos, abordados sutilmente con pinturas de buen gusto, artesanías y una vitrina que resguardaba jade formado en caracteres letreando "recinto de los tesoros del saber".
Tras las puertas corredizas se hallaban laboratorios y bibliotecas equipados con los tesoros antiguos, desde los más lejanos hasta los más avanzados desarrollos de la humanidad de esos años. Artefactos, innovaciones, material de vanguardia para la investigación, reformulación, para el avance de métodos y conocimientos científicos y académicos. Los pabellones de conferencia habían sido diseñados y ambientados para fomentar la meditación, reflexión, la creatividad y el diálogo, intercambiando de dos a seis veces por semana ideas de nuevas fórmulas.
Y fue en este lugar que, del alba a más de mediodía, se formó una nube espesa de intrigas e inquietud con los comentarios de científicos e investigadores que se habían unido a la crucial reunión, reflejando tanto la anticipación como la cautela frente a un posible nuevo adversario.
Aplausos a la vez que murmullos. Los primeros en reconocimiento a la destreza de los "cadetes" en su aprendizaje del manejo de aquel artefacto. Los segundos intercambiando comentarios acerca del mismo.
— Es mucho más fuerte de lo que supusimos.
— Y eso que la carga es pesada.
Un esclavo se acercó al hombre de larga barba blanca y ropas en tonos terracota.
— Gran maestro, ya están llegando. —Anunció bajito y cerca de su oído.
El momento que más había estado repicando en la mente de los ocupantes de la mansión. Cruel, pero no desalentador, sino todo lo contrario.
Un carruaje tras otro se detenía ante el umbral de madera de roble barnizada en tono oscuro. Al otro lado, lo que les recibió fue la presencia de una gran escultura dorada; una de las ochenta y tres que se habrían detallado, del fundador de la mansión. Un hombre mayor que habría muerto años atrás, no sin antes haber visto levantada la primera gran academia e impartir sus conocimientos en libros y largas conferencias. La estatua estaba sentada, sosteniendo en su mano derecha un libro abierto, la mano izquierda la tenía levantada en un gesto que solía hacer al explicar con pasión y paciencia sus conocimientos. En su rostro se reflejaba una bondad generosa y genuina, a pesar de tener apenas un poco curvados los labios y su expresión seria. Afectuoso, pero estricto. Y una leyenda en el podio:
"La ciencia es, cuando menos, atemorizante, porque gracias a ella somos capaces de comprender un mundo que está muy lejos de ser conocido en totalidad, mas, quien se deja dominar por el miedo jamás verá las maravillas que se esconden en lo incomprendido. Preguntar es sólo el primer paso de un recorrido de grandeza."
Las mansiones destinadas al estudio eran grandes espacios llenos de hermosa sencillez. Todas se abrían espectacularmente tras la escultura con amplios salones recubiertos en sus paredes con libros, mapas, planos de la estructura para facilitar el movimiento, así como mesas al aire libre que permitían la convivencia bajo un pabellón de tejas rojizas en las temporadas menos frías, mientras que, para estas, contaban con salas amplias y cálidas en el corazón de la casa, conectadas por altas puertas corredizas que, al deslizarse formarían una sola pieza.
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Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇
Historical FictionHay quienes dicen que la mala sangre se hereda, que si has nacido con un corazón negro así será para siempre, pero lo cierto es que nadie nace odiando, mucho menos deseando ver a todos a su alrededor muriendo en soledad y agonía, en el olvido, la de...