LXI

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Las puertas de la mansión Kang se abrieron tras el anuncio de un erudito llegando. No era un hombre de imagen extraordinaria. Rondaba los cuarenta años, tenía unas cuantas canas entre su cabello oscuro, algunas arrugas en la frente, la barba crecida hasta la mitad de su cuello, vestía ropas coloridas, aunque sencillas, el atuendo distinguido de un erudito bien posicionado.

— ¿Qué significa esto? —Reclamó sin espera dejando varios papeles sobre el anuncio con el que se habían tapizado los muros de cada ciudad y pueblo. Él mismo no se había contenido a la sorpresa luego de ver a una multitud reunida alrededor, murmurando y lanzando todo tipo de comentarios sobre los hechos declarados y las propuestas para hacerse con la recompensa. Indignado, más que enfurecido, los había arrancado con sus propias manos y se había dirigido a esa residencia. Se suponía que vería a lord Kang, pero en su ausencia fue guiado ante la presencia de su esposa.
Ella simplemente sirvió té como si lo que él dijera no tuviera la mínima importancia.
— ¿Desde cuándo los nobles se imponen a los miembros de la familia imperial?

— Ese "miembro" es una amenaza.

— Es príncipe. Nació con sangre del emperador y fue titulado wonja desde el día de su nacimiento.

— Señor Jo —Lo miró dejando su bebida a un lado— usted no es un noble, ni un heredero de la casa de Yi. Ha trabajado muy duro para llegar a su actual puesto entre los eruditos de las academias más grandes, pero aún debe recordar su posición. Yo soy la esposa de un noble descendiente de sangre imperial. El más importante de la nación. Me debe respeto a menos que quiera perder su posición y su vida. —Él pensó bajando la cabeza. Después se arrodilló e inclinó para pedir perdón.

— Señora Kang, me disculpo si la he insultado. Este acto es desmedido. Es lo que quise decir.

— Es una medida muy alarmante, lo entiendo, pero es la única para devolver la paz a esta nación y a la del norte también. Se vendrá sobre nosotros otra guerra si no conseguimos dar fin al asesino de la princesa Gyo Ri.

— Están sentenciando a un príncipe como si fuera uno más entre las familias más bajas. Señora, ya que no he podido ver al señor, le pido que usted le solicite que disuada a los nobles de esta elección.

— El emperador lo quiere muerto. —Sentenció firme. — ¿Por qué debería yo intervenir? Él, de hecho, merece la muerte. Exterminó a las líneas imperiales y arrastró a su propia dinastía en la suciedad a fin de entregarla al gobierno del norte.

— El ministro Kang aún no es emperador. —Reclamó de nuevo alzándose para verla de frente intentando mantenerse tranquilo. — No puede emitir esta clase de decretos.

— Puede hacerlo. Los nobles han decidido y no están dispuestos a sacrificar más. Además, mi señor lo está haciendo para cumplir la última voluntad del primer príncipe Hyo Jo. Fue él quien designó que debían ser exterminados todos aquellos que acompañaran al exiliado Hwan. Este es el decreto de su alteza. ¿Te atreves a cuestionar su palabra, insolente! Le guste o no, ahora se le dará caza al octavo príncipe y, por su bien, señor Jo, más vale que coopere con la búsqueda si sabe algo sobre él o su paradero.

Él mantuvo la misma expresión de enojo disimulada. Miró a otro lado y anunció:

— No sé nada sobre él. —Se inclinó.
— Me retiro, señora Kang.

Sin más, se retiró de la pieza y de la mansión.

— "Creen que pueden despojarlo de todo así de fácil. Creen que él es débil. ¿Creen que es como todos los demás? ¿Creen que bajará la cabeza y se quedará atrás como harían todos? No. Él siempre está por delante. Sea un paso o mil, mi primo siempre está adelante y deberían comenzar a tener miedo."

Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora