¿Qué seríamos nosotros sin Hogwarts?

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Tras la vuelta de los ataques, los profesores nos indicaron a todos los alumnos que estábamos totalmente obligados a volver a nuestras salas comunes a las seis y que no podríamos dejar nuestros dormitorios a partir de esa hora. También se nos había prohibido ir solos a cualquier lado del castillo, fuésemos a donde fuésemos tendríamos que ir acompañador de un profesor. Los partidos de quidditch y cualquier otra actividad habían sido totalmente cancelados. Y, por si todo lo anterior no fuera poco, se le sumo la advertencia de la profesora Mcgonagall de que si los ataques no paraban el colegio se vería obligado a cerrar sus puertas. Viendo que los ataques habían vuelto y todas las prohibiciones que habían sido puestas, decidimos que hablaríamos con Hagrid por la noche.


Cuando la noche llego, todos nos fuimos a nuestros respectivos dormitorios. En el momento en que todos dormían, Harry, Ron y yo nos escabullimos ocultos en la capa de invisibilidad de Harry. Pasamos por las mazmorras y recogimos a mi hermana, quien nos esperaba fuera mirando hacía todos los lados. Una vez que se unió a nosotros, nos dispusimos a ir a la cabaña de Harry con sumo cuidado. No nos quitamos la capa hasta que llegamos a la puerta de Hagrid. Harry se echo la capa sobre los hombros y pegó a la puerta. A los pocos segundos Hagrid abrió apuntándonos con una ballesta, mientras que detrás suya Fang no paraba de ladrar.


¡Por Merlín! ¡Pero si sois vosotros! -exclamo Hagrid bajando la ballesta- ¿Qué hacéis a esta hora aquí los cuatro?

Queríamos hablar contigo -dijo Nazaret mientras entrabamos-

¿Para que es eso? -le pregunto Harry a Hagrid señalando la ballesta- 

Nada.. nada -respondió Hagrid con nerviosismo- Yo solo estaba.. Os daré un poco de te.


Tomamos los asientos que había libres en la cabaña. Hagrid se notaba bastante nervioso, puesto que no sabía lo que hacía. Había roto unas cuantas tazas, por lo que tuvo que ponernos otras. En lugar de te nos sirvió simple agua caliente, puesto que se le había olvidado poner la bolsita de te. Cuando nos ofrecía un poco de pastel, mientras no apartaba la mirada de la ventana, la puerta fue aporreada con dureza, lo que hizo que a Hagrid se le cayera el trozo de pastel de las manos. Todos, presas del pánico, no tuvimos otra opción que escondernos bajo la capa de invisibilidad en un hueco de la cabaña. Cuando Hagrid se aseguro que no se nos veía ni un pelo, volvió a tomar la ballesta y abrió la puerta. 


Buenas noches, Hagrid -dijo el profesor Dumbledore entrando por la puerta-


Dumbledore entró seguido de un hombre extraño y de aspecto bastante raro. El hombre era bajo y corpulento, con el pelo gris y una expresión nerviosa. Lucía la más extraña combinación de ropa que hubiésemos podido ver; traje de raya diplomático, corbata roja, capa negra y botas púrpuras. 


¡Es el jefe de nuestros padres! -exclamo Ron en voz muy baja mientras nos miraba a mi y a mi hermana - ¡Cornelius Fudge, el ministro de magia! 


Hagrid estaba aún más pálido que nosotros en ese momento. Soltó la ballesta junto al sillón y se dejo caer en el mientras miraba a Dumbledore y al ministro. 


¡Feo asunto, Hagrid! -exclamo Cornelius un poco molesto- He tenido que venir. Cuatro ataques contra hijos de muggles, que horror. El ministerio se ha visto obligado a intervenir. 

Yo nunca.. -dijo Hagrid con nerviosismo- Dumbledore, usted sabe que yo nunca fui.

Quiero que quede claro, Cornelius, que Hagrid cuenta con mi absoluto apoyo y confianza -añadió Dumbledore con la ceja levantada-

Complicated LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora