El príncipe y la princesa de Slytherin como canguros.

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Draco POV.

Al día siguiente todo el mundo hablaba de lo ocurrido. En cada rincón del castillo se hablaba de como Ron le había sido infiel a Mar delante de todos y encima en plena fiesta. Tan fuertes eran los rumores, que Nazaret y yo nos vimos en la obligación de recoger a Mar en la sala de Gryffindor y llevarla con nosotros a desayunar. En el momento que la veían junto al príncipe y a la princesa de Slytherin, los susurros cesaban de inmediato. 


Puedes sentarte en nuestra mesa sin ningún problema. —le dijo Nazaret a su hermana—

No quiero causaros problemas con vuestra casa. —dijo Mar soltando un suspiro—

Somos los príncipes de Slytherin, si les molesta que se aguanten. —le dije encogiéndome de hombros—


Mar sonrió levemente. A pesar de que nuestro comienzo no fue el mejor, era mi cuñada y en el fondo le tenía mucho aprecio y más aún con los sucesos de la noche anterior. Cuando supo la verdad, en lugar de correr a contárselo a su hermana me abrazo y me consoló en mi momento de mayor debilidad y pánico. 

En cuanto pusimos un pie en la puerta del gran comedor, todas las miradas se dirigieron hacía nosotros, mejor dicho, se digirieron hacía Mar. Mientras nos dirigíamos hacía la mesa de Slytherin, las miradas y los susurros nos seguían. 

Nazaret se sentó junto a su hermana y yo junto a ella. Las miradas por parte de mi casa eran presentes, pero nadie se atrevía a decir nada. Mientras Nazaret se preocupaba de servirle el desayuno a su hermana, me fije en como Harry, Hermione y Ron nos miraban sin ninguna discreción, todos ellos extrañados de ver a su mejor amiga y ex novia sentada en la mesa del enemigo. 

 

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¿Zumo de calabaza? —me ofreció Nazaret—

Si claro. —respondí apartando mi mirada de los tres Gryffindors—


Nazaret me sonrió y me echo zumo de calabaza. Con la situación de su hermana, habíamos decidido mantener nuestras muestras de afectos ocultas ante ella, ya que no queríamos que se sintiese peor o se incomodase. 

Durante la mayor parte del desayuno, los susurros cesaron un poco, lo que nos daba algo de alivio. Nazaret estaba que echaba humo ante lo sucedido y en cuanto pudiese, tenía claro que iba a ir frente a Ron y le iba a romper la cara. 

Tras un rápido desayuno, los tres nos levantamos de la mesa para ir a nuestra primera clase del día. A medida que avanzábamos hacía la puerta, los susurros se hacían más potentes. Nazaret y yo salimos rápidamente, pero Mar se quedo estática en la puerta.


¿Qué pasa? —le pregunto Nazaret— 


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