Legeremancia.

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Mar POV.

Dos días más tarde después de navidad, me encontraba frente a la chimenea para volver a Hogwarts. Tras los miles de acontecimientos y el peligro que se sentía en el aire, los profesores habían abierto una red para poder acceder directamente a Hogwarts. Una manera más rápida, más segura y, sobre todo, menos peligrosa. 

Termine de cerrar la maleta y miré a mi padre, quien aún no superaba que estás hayan sido las primeras navidades sin mi madre. Se había tirado la mayoría de noches llorando y emborrachándose mientras miraba las miles de fotos de mi madre que se encontraban alrededor de casa.


Ten mucho cuidado. —dijo mi padre dándome un abrazo— Y dile a tu hermana que también lo tenga. Cuidad mucho la una de la otra.

Papa, nos cuidamos mutuamente desde que éramos bebes, no tienes nada de lo que preocuparte. —le anime sintiendo el amor y la calidez del abrazo—

Lose, es solo que ese Draco no me inspira mucha confianza. —negó mi padre soltando un suspiro—

Draco es un buen chico y la cuida más que a nada. —le recordé de nuevo—

Espero que sea así. —dijo mi padre mientras me dirigía a la chimenea— Por cierto hija, arregla las cosas con Ron.

Papa... —hable, pero él me callo—

Se que lo que hizo está fatal, pero he hablado con Molly y dice que se arrepiente muchísimo. —prosiguió mi padre— Dice que está destrozado y que apenas come. No es que le perdones así de golpe, pero ve dando algunos pasos.

Dile a Sirius que me alegró mucho verlo estás navidades y que deseo verlo pronto de nuevo. —le dije a mi padre ignorando sus palabras—


Antes de que pudiera decir algo más, me metí en la chimenea y desaparecí de mi casa. Claramente me dolía saber que Ron estaba así, pero él mismo se lo había buscado. Él mismo se ha destrozado solo. Y me duele saber que está destrozado, pero no puedo hacer nada al respecto. Él se destrozo y me destrozo a mi. Arraso con todo sin dejar nada.

A los segundos aparecí en el despacho de McGonagall. Saque mi maleta y salí de la chimenea con calma. Me limpie el polvo mientras McGonagall me miraba atentamente.


Me alegra mucho volver a verte, Blackesley. —dijo McGonagall con una sonrisa—

Lo mismo digo, profesora. —dije con una sonrisa— ¿Mi hermana ha llegado ya?

Si, llegó hace apenas unos escasos minutos. —respondió McGonagall— Ha ido a prepararse para la cena con el resto de los alumnos.

Pues entonces iré a arreglarme y a buscarla. —comente mientras agarraba mi maleta—


Salí del despacho de McGonagall y camine hacía mi sala común. Tarde unos minutos en entrar, ya que la dama Gorda había cambiado la contraseña porque sí. En cuanto entre, los alumnos presentes en la sala comenzaron a murmurar sobre lo sucedido en la celebración de Quidditch. Incluso me preguntaba si es que no sabían susurrar o hablaban alto solo para hacerme daño. 

Aguante las lagrimas que amenazaban con salir mientras ignoraba los comentarios y subía las escaleras. Entré rapidamente a mi habitación y deje que las lagrimas salieran libremente. Me las seque rapidamente y, sacando fuerzas desde lo mas hondo de mi, comencé a colocar la ropa y a dejar todo listo para el siguiente día.

Tras una hora, me puse el uniforme y salí de mi habitación para ir al gran comedor. Unos pasillos antes de llegar al gran comedor pude ver como la gente se aproximaba y se apretujaba para leer un cartel que colgaba sobre la vieja y desgastada pared. Divise a los chicos y, ignorando que Ron estaba junto a ellos, me acerqué sin más. 

Complicated LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora