—¿Qué? —Dijo Mateo desconcertado.
Yo lo miré rota, odiaba confesar ello porque me provocaba demasiada vergüenza. Porque sabía que yo había estado mal.
—Yo se lo dije. —Repetí.
—No entiendo. —Habló en voz baja.
—No iba a pasar.. y era mi última oportunidad, me vi encerrada y tomé.. tomé una mala decisión. —Dije sintiendo como las lágrimas seguían bajando una y otra vez por mis mejillas.
—¿Vos se lo propusiste? —Preguntó serio.
Bajé mi mirada incapaz de responder. Él no decía nada y eso me estaba poniendo más que nerviosa.
Cuando volví a mirarlo él simplemente miraba al frente.
—Ya llegamos, podés bajarte. —Dijo Mateo.
—¿Estás molesto conmigo?
—No quiero hablar. —Dijo en voz baja.
Quería pedirle que no fuera así, que no quería haber hecho eso. Que todo en mi vida estaba mal.. excepto él.
Pero simplemente asentí y me bajé del auto limpiando mis lágrimas.
Aquel auto desapareció rápidamente y yo mordí mi mejilla antes de ir hacia la puerta.
Lo que me faltaba.
Cuando caí en mi cama dejé que las lágrimas salieran corriendo, arrepentida nuevamente de haber cometido aquel error, sintiendo de nuevo las manos de ese hombre en mi cintura y apresada por aquella mirada de Mateo llena de decepción.
Lloré toda la tarde, quería renunciar s todo, quería dejar de ir al colegio, quería dejar mi carrera, quería dejar mi vida, quería dejar el mundo.
Quería dejarme a mí misma.
Después de tanto llorar me senté frente al espejo y negué mirando mi rostro demacrado por las lágrimas que había botado por horas.
Me hice una mascarilla mientras me miraba fijamente al espejo. No quería llorar más, pero esa sensación de tristeza seguía instalada en mi pecho.
¿Cómo Mateo no se iba a decepcionar de mí? Hasta yo estaba decepcionada de mí.
Amaba mi físico, era algo que había logrado hacer, pero eso no quería decir que me dejara de odiar a mí misma. Por más bonita que me sintiera me seguía odiando.
Yo era la definición perfecta de lo que era un desastre.
—¡Olivia! —Oí a mi mamá desde el primer piso.
Ni siquiera se cuando llegaron.
Bajé las escaleras y los vi a ambos sentados en la mesa con unas sonrisas enormes en sus rostros.
—¿Qué? —Dije confundida.
—Sentate que es importante. —Dijo Adrián.
Fruncí el ceño y me senté mirándolos.
—¿Qué pasa? —Pregunté sin entender.
—Viste que fuimos al médico hoy. —Dijo Adrián.
Asentí con la cabeza y miré a mi mamá.
—¡Estoy embarazada! —Gritó emocionada.
Éste era el peor día de mi vida.
Buee Mateo, querés que te pegue? Ahre.