Miré por todos lados, rebuscando, tratando de estar segura de que no me equivocaba. Mis nervios se iban activando, logrando que me altere un poco.
—¿Quién tomó mi cartera? —Pregunté tratando de sonar calmada, pero en voz suficientemente alta como para que todos lograran oírme.
No podía perder esa cartera, mi padrastro me la había traído desde Italia, era demasiado hermosa y.. costosa.
—¿Quién fue? —Pregunté ya medio histérica.
—¿Podés no hacer ruido, flaca? Uh, dejá de romper las bolas. —Se quejó Mateo.
Tomé aire y lo miré incrédula, hasta que una idea vino a mi cabeza y solté una risa seca.
—¿Fuiste vos? —Pregunté caminando hacia él.
—¿Qué? —Preguntó Mateo confundido.
—La cartera. —Dije molesta.
Dios, ¿por qué este grupo es tan molesto?
—No la tengo, salí. —Dijo bravo.
Me dejé llevar por la rabia y agarré su mochila.
—Pará. —Dijo Mateo levantándose del puesto.
Yo puse su mochila boca abajo dejando que salga todo lo que contenía dentro.
—Vos me vas a escuchar. —Vociferó Mateo agarrando mi brazo con fuerza.
Jadeé y lo miré algo asustada. Sabía que me estaba pasando, pero él también lo hacía.
—Soltame. —Apenas pude emitir. —Me lastimas.
—¿Vos te pensás que porque sos mujer no te puedo encajar una piña? —Preguntó y me puse nerviosa al ver su mano cerrada formando un puño. —Ganate el respeto como persona, no por un género. —Dijo mientras apretaba mi brazo con tanta fuerza que caí al suelo de rodiilas a causa del dolor.
Escuché algunas risitas por parte del grupo y traté de tragarme las lágrimas. Una vez más estaba en las mismas.
—solo pedime perdón. —Dijo Mateo mirándome fijamente.
—¿Q.qué? —Pregunté confundida mientras trataba de soltarme de su agarre.
Mala decisión porque Mateo apretó con más fuerza, provocando que unas pequeñas lágrimas aparecieran en mi rostro.
Él parecía algo impresionado por eso, pero sabía disimularlo.
—Demostrame que sos humana, solo decí "lo siento". —Pidió una vez más.
Todo el grupo miraba y yo quería desaparecer.
—Lo siento.. —Musité, sintiéndome muy poco.
Él sonrió y soltó mi brazo, para luego ofrecerme su mano para levantarme. Yo negué con la cabeza y me levanté sola para luego, algo resentida, limpiar mis lágrimas.
—En vez de hacer quilombo porque la odian, regrésenle la cartera. —Habló Mateo para todo el grupo. —Ya sabemos que es una mierda, en vez de provocarla solo ignoren su existencia, quizá haya así paz en el grupo.
Yo me quedé mirando a Mateo algo estática. Miré a mirar a mi puesto y allí estaba la cartera.
Cuando él vio que ahí estaba, se puso los audífonos y recostó su cabeza en la mesa.
Me encaminé a mi puesto y también recosté mi cabella allí, llorando silenciosamente por las hirientes palabras de Mateo.
¿Ignorar su existencia? Yo existo, sí existo.
En poco las cosas se van a poner interesantes, creo gg<3