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Olivia

Abrí los ojos lentamente sintiendo como la luz se introducía bruscamente por mis ojos, los entrecerré un poco ante la incomodidad para luego sentir mi cuerpo bastante cansado.

Mis párpados pesaban como si quisiera seguir durmiendo, pero sentía la necesidad de abrir los ojos del todo y darme cuenta de donde estaba.

Y entonces al ver al morocho a mi lado junto a su padre mirándome, recordé todo.

La fiesta.

Mateo me vio.

Me sentía tan débil hace rato ya, pero como soy terca decidí quedarme porque ya iban a dar el premio.

Cosa inútil porque ni siquiera gané.

Muchas veces nos va a tocar perder en la vida.

Y yo perdí anoche, no contra esa chica.

De nuevo perdí contra mí misma, hice lo que no debí hacer, ni beber ni exponerme.

Mateo me descubrió aunque no quería que lo hiciera, había perdido.

Hice todo mal desde un principio, es lógico que ahora todo haya salido mal.

Me fijé en Mateo, en sus ojos que estaban rojos, al igual que su nariz, que como sus mejillas estaban levemente coloradas. Sus labios estaban rojizos y un poco hinchados, era más que obvio que había llorado, y saberlo no hacía más que hacer doler mi corazón.

Ya sabía que este momento iba a llorar.

Recién despertaba y ya sentía el nudo en mi garganta.

—¿Te sentís bien? —Preguntó Pedro con una sonrisa.

No alivió mi herido corazón, pero sí que me hizo sentir un toque mejor.

—Un poco. —Dije con la voz medio ronca, era mi voz cuando recién despertaba.

Quise sonreírle, pero no fui capaz, no tenía muchas ganas de sonreír

—Salí un momento, viejo. —Dijo Mateo, con un tono de voz algo acuoso, que como las otras pistas, dejaba por entendido lo mal que se sentía en este momento.

—No, hijo. Vení vamos y la..

—¿Cuándo me pensabas decir, Olivia? —Dijo mirándome mientras de sus ojos comenzaban a salir lágrimas. —No podés ser tan egoísta.. —Dijo sollozando.

Mordí mi labio inferior mientras las lágrimas salían de mis ojos.

—No la alterés hijo, que le va a hacer mal. —Lo retó Pedro.

Él negó con la cabeza antes de salir de la habitación.

—Me quiero ir. —Le dije a Pedro. —¿Me puedo ir?

—Claro, ya te van a dar el alta. El doctor dijo que colapsaste por el estrés y que no era nada grave, que cuando despertaras ibas a poder salir. ¿Lo llamo? —Preguntó Pedro.

Asentí y vi como él salió, mientras en mi cabeza se repetía el Mateo herido llorando y reclamando lo que ya sabía que había hecho mal.

Ya sabía que ésto iba a pasar, pero dolía tanto afrontarlo.

(...)

Ya estaba vestida y lista para irme, bajé con Pedro, quién había sido demasiado atento conmigo, y ahora me llevaría a mi casa.

Estaba sufriendo porque obviamente era el momento de afrontar todo esto con Mateo, pero supongo que este momento tenía que llegar.

Cuando llevábamos a la puerta del hospital pude ver del otro lado del cristal a Mateo apoyado en el auto de su padre, con la capucha puesta.

Salimos finalmente del edificio y comenzamos a caminar hacia el auto. En seguida él puso su vista en nosotros, sobre todo en mí, haciéndome sentir chiquita, demasiado ante su mirada de desaprobación y su postura demandante.

Pedro miró fijo a su hijo antes de entrar al puesto de piloto, por supuesto.

Mateo me abrió la puerta, sin mirarlo me adentré en el auto, esperé a que cerrara la puerta pero claro que no, entró primero y luego la cerró.

Claro que fue inocente creer que él se iría en el puesto de copiloto.

Pedro arrancó y yo tomé mis manos nerviosa, antes de bajar mi mirada hacia estas, ignorando o tratando de fingir que ignoraba la mirada rota de Mateo sobre mí.

De pronto sus manos rodearon mi cintura abrazándome, mi corazón iba a mil por hora para ese momento. Al segundo sentí la frente de Mateo apoyada en mi hombro, y como esta zona comenzaba a humedecerse. Sabía que estaba llorando silenciosamente.

No pude aguantarme más y lleve una de mis manos a su cabello.

—Perdón, Teo. —Dije, aunque sabía que mis palabras no eran suficientes.

—¿Creíste que no me haría cargo? La puta madre. ¿Creíste que qué? ¿Que no quería? —Dijo levantando su rostro para mirarme con esos ojos que solo me transmitían puro dolor. —Te amo tanto, ¿por qué pensaste eso? ¿cómo pudiste desaparecerte así? ¿sabés cuánto lloré? ¿cuánto sufrí? ¿o cuánto te extrañé? ¿fué porque te dejé cuando me fui a Córdoba?

—Mateo, pará. —Volvió a retarlo su papá.

Sus palabras dolían, ardían como limón en una herida abierta. Pero si algo sabía es que él estaba en su derecho, y que desahogarse solo le haría bien.

—No, dejalo que diga todo lo que tenga que decir. —Dije mientras llevaba temerosa mis manos a las de él, pero afortunadamente no las retiró.

—No te volvás a ir de mi lado, por favor. Ya se que me equivoqué antes yo, pero no me hagás esto..

—No me voy a alejar de vos, Mateo. —Hablé claro, incluso sorprendiéndome a mi misma por lo claro que hablé.

Él me miró a los ojos y suspiró antes de pasar sus manos por su rostro, limpiando sus lágrimas e incluso unos pequeños mocos líquidos que se deslizaban desde su nariz.

—Perdoname, Teo. Yo estuve mal, entré en pánico porque me enteré cuando estábamos peleando, te lo intenté decir pero estabas enojado conmigo. Y no justifica, por eso digo que actué mal. Yo me vine para Argentina y entre más pasaba el tiempo más cobarde me volvía, menos quería decirte, y luego comencé a sentirme tan culpable por lo que estaba haciendo que me daba vergüenza decirte. —Solté todo de una, con demasiada sinceridad.

—No, vos actuaste así porque yo me porté mal con vos. Perdoname por favor, quiero estar bien con vos. —Dijo él.

Sus ojos comenzaban a achinarse, hinchados por tanto llorar.

—Yo ya te dije que te perdonaba, Teo. —Dije.

Él no se esperó un segundo más para poner sus manos en mis mejillas y unir sus labios con los míos para comenzar a besarme.

Era casi irreal, que luego de tanto sufrimiento, nervios y miedo, el por fin estuviera ahí, ya afrontando todo eso y de nuevo con nuestros labios juntos.

Me hubiera gustado que el momento durara más, pero no daba re comernos la boca así frente a su papá.

—Te extrañé tanto. —Dijo antes de sonreírme.

Su rostro estaba destrozado por el llanto, pero su sonrisa lucía bonita de todas maneras.

—Yo más, no te imaginás. —Le dije sincera.

—¿Por qué somos tan boludos? Ya se que yo gano pero igual. —Dijo, haciéndome reír. —Por dios, que hermosa que sos.

—Mateo. —Me quejé.

—Es la posta. Hmm. —Besó mi mejilla. —Tenemos tanto de que hablar, señorita.







AYYY. HERMOSOS QUE SON ESTOS DOS. 😍🥺🥺

Y ustedes? Aún más.🤩🤩🤩

Perdón x la hora pero bueno. Mañana sigo actualizando.

¿Tienen cosas por hablar estos dos?

Mess [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora