Estaba caminando hacia el enorme edificio maldiciendo en voz baja. En el recorrido en el auto recordé todo lo que había sucedido la noche anterior.
No era una persona que tomara mucho, por lo que era muy fácil embriagarme. Solo me embriagaba en mi habitación cuando estaba muy triste o molesta.
Mis mejillas se calentaron pensando en como había podido haberle besado. No sabía como iba a verlo a la cara después.
No pude pensar más en ello al estar a las puertas del edificio.
Eran las ocho y diez, y sinceramente había creído que llegaría más tarde. Definitivamente no estaba como me habría gustado, pero igual me veía bien.
¿Y como no verme bien? Si soy hermosa.
Pero bueno, no era lo único que importaba, de eso me había dado cuenta, sobre todo en mi entrevista anterior, cuando por poco paso, pero claro, tenía que ser mi torpeza...
Tenía que ser excelente, y en eso ya había fallado, porque había llegado diez minutos tarde.
Me adentré rápidamente en el edificio y al instante me di cuenta que era mucho más lindo y lujoso que la agencia pasada.
Guardaba la esperanza de que aún el señor no hubiese llegado, como en la entrevista pasada, donde tuve que esperar como media hora.
Una sonrisa asomó por mis labios al ver una fila de mujeres con hermosos vestidos y tacones.
Claro, él aún no llegaba.
Bueno, había llegado a tiempo, pero eso no era suficiente. Tenía que ganar.
Me atemorizaba mucho la idea de que ellos me dejaran de apoyar con este sueño. Yo quería ser modelo.
Tenían razón, había sido irresponsable, pero se me había olvidado por completo, aunque ahora entiendo ese presentimiento que tenía de que tenía que irme anoche.
Miré los vestidos de las chicas y me di cuenta de que no me veía nada mal. Lo cuál me animó.
—Buenos días.
Tomé aire enderezándome completamente antes de mirar de reojo como el hombre pasaba al lado de nosotras, mirándonos a cada una.
—Gracias por venir, por su puntualidad y por la espera. —Dijo y yo formé una sonrisa.
No muy exagerada, ni brusca, una amable y simpática.
—Me gusta ese vestido morado. —Dijo quién no había notado ni siquiera.
Parecía ser su asistente.
—También me gusta. —Dijo él mientras nos miraba.
Le hizo una seña para que se hiciera a su lado y ella lo hizo gustosa.
No sabía cuantas chicas iba a elegir y eso me ponía nerviosa.
Todas nos encontrábamos completamente quietas, posando un poco para que pudieran vernos bien.
—El blanco con negro. —Dijo el asistente mirándome.
Traté de no ensanchar mi sonrisa y simplemente tiré un poco mi cabello para atrás.
El hombre asintió alzando sus cejas.
—Y tiene buen porte. —Dijo e hizo una seña con la cabeza para que me hiciera a su lado.
Tomé aire tratando de ocultar mi emoción y caminé hasta hacerme a su lado.
Estuvo mirándolas y eligiendo hasta que fuimos cinco, cinco de aproximadamente veinticinco chicas.