Mateo
Mientras la miraba recordaba la charla con mi padre y me reprochaba lo mucho que me equivoqué.
Fui demasiado prejuicioso con ella, me dejé llevar por los malos pensamientos.
Pedro tenía razón, no era por agrandarme, pero mientras estuve con ella se comportó mejor.
Omití con mi viejo la parte en la que Olivia me confesaba ese “por qué” de sus actos, solo para no sentirme peor, o más bien para qué el no me hiciera sentir peor de lo que yo de por sí ya me estaba sintiendo.
Además, ahora quería saber bien esa historia. Ese día no la escuché bien porque tenía algo de molestia.
Ay, me golpearía la cara.
—¿Vas a tomarte unas fotos? —Pregunté para aligerar el ambiente.
—No, tengo una charla pendiente con alguien. —Dijo mirando a la ventana.
Que bronca conmigo mismo.
Miré mis manos mientras suspiraba, que difícil es admitir nuestros errores.
—Mirá, Oli..
—Hablemos de regreso. —Dijo Olivia.
Asentí aunque ella ni me mirara, y me quedé mirando una vez más mis manos.
Mis ojos se desviaron a sus piernas desnudas por su pollera y cerré mis ojos negando con la cabeza.
A parte de pelotudo y cagón, pajero.
—Llegamos. —Dijo el conductor.
Olivia se bajó luego de pagar, y yo bajé detrás de ella.
Miré el edificio alto que había frente a nosotros.
—Vení. —Dijo ella.
Caminamos hasta la puerta y ahí un vigilante nos interrumpido.
—Vengo a ver a Alejandro —Dijo ella.
—¿Olivia? —Asintió —¿Y él?
—Me acompaña, no creo que haya problema. —Dijo y tomó mi mano.
Mordí mi labio inferior tratando de ocultar mi sonrisa al sentir su tacto.
Él nos miró dudoso pero finalmente asintió, a lo que Olivia avanzó y entramos al elegante edificio.
Sentí enseguida el aire acondicionado y mi sonrisa se ensanchó ante la frescura.
Apreté su mano y me arrepentí enseguida ya que ella pareció caer en cuenta y me soltó.
Abrí la boca para reprochar pero me quedé callado cuando vi que se adelantó comenzando a caminar delante de mí.
Miré con una sonrisa los tacones que traía, subí lentamente mi mirada por sus piernas blancas y esbeltas, hasta finalmente mirar su culo y el contoneo de sus caderas al caminar.
Pajero, pajero.
Llegamos a una puerta y Olivia tocó una sola vez, ya que la puerta se abrió rápidamente.
—Linda, creí que no llegarías. —Besó su mejilla.
Bueno, bastante confianza me parece.
—Seguime. —Tomó su mano y yo fruncí el ceño.
¿Y éste? Era un pibe de unos veinticinco años.
—Pará. —Dijo ella. —Vine con él.
Él me miró y yo alcé un poco la cabeza en señal de saludo.
—No nos demoramos, podés esperarnos ahí. —Indicó unas sillas que habían a nuestro lado.
Sin esperar una respuesta me senté y me crucé de brazos.
Pelotudo, cagón, pajero y celoso.
Jajajaja, no puedo no amarlo.
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