Olivia
Hoy se lo decía sí o sí, había reunido las fuerzas suficientes para hacerlo, así que me encontraba bajando en horas de la tarde, casi anocheciendo hacia su casa.
Me hacía la muy decidida pero desde la mañana que hice yoga pensé en decirle todo, y estuve alargando el momento hasta ahora, pero al menos lo hice ya hoy.
Porque venía días atrás insistiendo con que iba a hacerlo y al final del día terminaba diciendo “mañana sí” y así todos los días se me iban.
Cerré el cierre de mi campera y puse mis manos en mi estómago levemente hinchado. No era muy grande como el de muchas chicas embarazadas, era muy poco notorio, en este momento mi embarazo podía ser confundido con gordura, y no sabía que era peor, no quería que nadie supiera de mi embarazo pero tampoco que pensaran que estaba gorda.
Agh, Olivia, dejá de ser tan superficial.
Iba ya un poco agitada y con muchas ganas de hacer pipí, así que si apresuraba me agitaba más, y si iba lento me orinaba.
Y lo peor es que estaba tan sensible que sentía que me largaría a llorar por esa tontería.
Sentía que sudaba excesivamente y paré en una pared.
—¿Estás bien? —Oí una voz a mi lado.
Miré a mi derecha y vi a un pibe que se acercó a mí, era morocho y con rulos, haciéndome recordar rápidamente a alguien, solo que este pibe era mucho más alto que Mateo, mas delgado o más bien más escuálido, y sus verdes le quedaban bien con su piel bronceada.
—Sí.. —Suspiré.
—Te me hacés conocida de algún lugar. —Dijo entrecerrando sus ojos.
Era jóven pero sentía que mayor que yo, no podría haber ido al colegio conmigo, así que seguramente me habría visto en las noticias o en un comercial.
—Ni idea.. estoy por llegar pero me duelen mucho las piernas. —Le dije. —Y sufro de asma. —Mentí.
Él frunció el ceño un poco preocupado.
—Y estoy por hacerme pis. —Dije casi por llorar.
—Mi casa es esa. —Señaló la puerta al lado de la pared donde me había apoyado. —Venía del kiosco y te vi ahí.
—Ah.. perdón. —Me levanté de la pared, a lo que él rió. Yo alcé una ceja y aunque me estaba poniendo de mal humor, me prohibí hablarle mal.
—No me refiero a eso, loca. Voy rápido donde un amigo entonces puedo prestarte mi baño o.. tengo una moto. —Dijo él.
La moto era muy peligrosa, y yo estaba embarazada.
—El baño. —Dije yo mordiendo mi labio y él asintió. —No sos un violador, ¿no?
—Si lo fuera no te lo diría. —Se rió y yo chisteé.
Cuando me dejó entrar a su casa me indicó enseguida el baño y fui rápidamente pero sin correr como una loca.
Suspiré aliviada cuando hube vaciado mi vejiga y salí del baño del morocho luego de haber lavado bien mis manos.
Él estaba de espalda hablando por teléfono de lo que parecía ser una joda, y yo no sabía si irme así nada más o esperar para despedirme.
—Ey. —Lo llamé mejor.
Él se dio la vuelta y le hice una seña con la mano, a lo que él me sonrió, provocando que haga lo mismo.
—Gracias. —Dije y él alejó un momento su celular.
—De nada. Espero que llegues bien. —Dijo él antes de darse vuelta para seguir hablando por teléfono.
Salí de su casa y con un mejor humor comencé a caminar hacia la casa de Mateo.
No sé, había sido algo muy.. ¿pequeño? Pero me sorprendía que hubiera tenido ese detalle conmigo, era una desconocida y me dejó entrar, y no me tiró chamuyos ni me pidió el número, solo me hizo un favor y me ofreció una sonrisa.
Una sonrisa se instaló en mi rostro al pensar en eso.
Si hubiera sido grosera probablemente él me habría mandado al carajo y yo estaría rodando agitada hacia la casa de Mateo y peor aún, me habría hecho pipí en mi ropa.
Solté un suspiro cuando estuve frente a la casa de Mateo, y la sonrisa que tenía en el rostro se esfumó.
Sí, había llegado, y a salvo como los buenos deseos del morocho quisieron. Pero, no iba a pasar algo bueno del otro lado de la puerta.
No esperaba no recibir apoyo de Mateo, solo que él se iba a molestar por no haberle dicho antes.
Y estaba en todo su derecho.
Sin pensarlo demasiado (porque seguramente me arrepentiría y saldría corriendo a mi casa), me acerqué a la puerta y toqué dos veces un poco fuerte para que pudiera ser oída.
Rápidamente la puerta se abrió dejándome ver a Pedro.
Mi corazón latía a mil y sentía ya las lágrimas en mis ojos, junto a mis mejillas calientes de la vergüenza que sentía de solo pensar que él se enteraría de que había ocultado un embarazo, de que era un egoísta y una malcriada.
—Hola. —Sonrió al verme, aunque su ceño se frunció un poco preocupado, seguramente al ver que estaba por explotar en llanto.
Mis manos jugaban entre ellas nerviosas, notando lo mucho que temblaban al igual que mis piernas que flaqueaban amenazando con dejarme caer en cualquier momento.
—¿Está Mateo? —Hablé más que nada para adentro, culpándome de la expresión de confusión de Pedro.
—¿Eh?
—¿Está Mateo? —Repetí más fuerte, pero lamentablemente no firme, provocando un pequeño quiebre en mi voz.
Él pasó saliva y negó.
—No.. él salió. —Dijo.
Sentía las lágrimas cálidas recorriendo mis mejillas, apreté mis labios entre sí tratando de retener los sollozos pero no era capaz. Y este momento me llevó a aquel en que Mateo me dejó y su padre fue quien me consoló.
—¿Estás bien? —Preguntó aunque era claro que no.
Algo dentro mío me pidió que saliera corriendo hacia mi casa y que me olvidara de todo esto, que fuera egoísta y me guardara ese nene o nena solo para mí.
Pero cuando sentí sus manos retirando las lágrimas de mis mejillas automáticamente mis brazos se abrieron y confianzudamente lo encerré en ellos tratando de refugiarme en él.
No quería guardármelo más, iba a decírselo a él.
Holaaa. ¿Quieren que siga?😬😬
😙😙