—¿Por qué no? —Cuestioné quejándome.
—¡Porque no! es una cancha, no una pasarela. —Dijo Mateo del otro lado de la línea.
—Pero..
—Nada de tacones ni de vestidos elegantes. —Dijo Mateo y resoplé.
—Solo tengo un conjunto deportivo. —Dije sacándolo de mi clóset.
—Bueno, dale, ponete ese. —Dijo.
—Sigue siendo demasiado bonito y costoso. —Avisé.
—No importa, ponete ese. —Dijo agotado.
No pude evitarlo y me reí.
—Me voy a organizar también. —Avisó él y sin decir algo más cortó la llamada.
No podía creer que iba a hacer esto. Yo nunca salía al barrio, ni al parque. Prácticamente no salía, solo lo hacía cuando iba a eventos con mis padres, invitaciones a galas o a ver una pasarela; a cenas o bailes, pero nunca a ver un montón de pibes locos correr detrás de un balón.
Me puse el conjunto deportivo mientras pensaba en por qué había dicho que sí. Traté de encontrar otra respuesta que no fuera el hecho de que Mateo era muy lindo.
Me peiné y organicé lo suficiente como para sentirme bonita. Salí de mi habitación y bajé silenciosamente esperando que no hubiera nadie por allí.
Mal ahí porque mi mamá estaba en el sofá.
Caminé con rapidez a la puerta.
—¿Adónde vas? —Preguntó mi mamá.
—A trotar. —Dije simplemente y salí cerrando la puerta con ligereza.
Corrí una cuadra y luego comencé a caminar tranquilamente.
Mi celular vibró en mi bolsillo y lo saqué viendo que tenía una llamada entrante de Mateo.
—Que denso sos, Mateo. —Me le burle.
—Si, sí. Hacete la graciosa. ¿Ya estás viniendo? El partido está por comenzar. —Dijo apurándome.
—No, apenas me voy a meter a bañar. —Mentí.
—¿Qué? No, boluda. Está por empezar el partido, sos tremenda lenteja. —Dijo Mateo medio molesto.
Solté una carcajada al ver como sonaba, aunque también me pareció lindo que quisiera que estuviera allí.
—Ya estoy bajando, solo jodía. —Dije y escuché como resoplaba. —Estoy por el parque de diversiones. —Dije mirando la rueda de la fortuna.
—Bueno, apurate. —Dijo y colgó de nuevo.
La próxima vez yo iba a colgar.
Caminando un poco más estuve pronto frente a la famosa cancha del barrio, donde había escuchado todos los viernes a los pibes decir que iban a ir y, por su puesto, a la minas bonitas decir que los acompañarían.
Yo como siempre, me hacía la superior y decía que eso eran niñadas, y que yo tenía cosas más importantes que hacer con mi vida. Claro, hacerme una mascarilla quizá.
Miré a Mateo sentado en las gradas y sonreí ladeado. Caminé hasta él, a lo que éste sonrió.
—Menos mal llegaste. —Dijo inspeccionando mi ropa. —No estás tan mal.
—Te ves bien. —Dije mirando su ropa.
—Si, sí. Espera a que me veás jugar. —Dijo Mateo y yo reí sentándome en las gradas.
—Cuidame la mochila, ahí está la ropa, los tenis, el celu y la plata. —Dijo pasándomela.
Asentí con la cabeza y miré como un grupo de chicos reía a nuestro lado.
—¿Ese es tu equipo? —Pregunté curiosa.
—Sí, el equipo ganador. —Dijo egocéntrico.
Reí negando con la cabeza.
—Entonces.. ¿me dedicás un gol? —Pregunté y él rió.
—Ponele. —Dijo dándose la vuelta y yéndose con su equipo a la cancha.
No sé por qué me emocionó tanto.
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