—Primero una copa de vino. —Dije en el bar, con Leo a mi lado.
Él se rió mientras yo servía dos copas.
—¿Te gusta el licor? —Pregunté.
—Ahí, normal. ¿A vos? —Cuestionó.
Yo me pasé el líquido de una y él alzó ambas cejas.
—Me encanta. —Dije y serví otra.
—Tampoco da ponerse en pedo, ¿no? —Dijo él y yo negué.
—No pienso ponerme en pedo, conozco mis límites. ¿Podemos llevarnos la botella?
Él asintió y yo tomé la botella antes de salir del pequeño bar.
—Es que el vino me relaja y me ayuda a ponerme de buen humor. —Dije.
—Está bien, entonces.
Caminamos hasta llegar a un salón donde únicamente había una mesa de tenis.
Puse la botella a un lado y él me dio la raqueta y sacó una pelota.
—Intentalo primero. —Dijo.
—¿Qué tengo que intentar?
Él suspiró y comenzó a explicarme en qué consistía el juego, mis primero intentos fueron malísimos, hasta que aprendí a jugar.
No era buena pero al menos era aceptable. Cumplía con lo mínimo.
—Sos malísima. —Se rió él.
Yo me reí también, incluso pequeñas lágrimas salieron de mis ojos.
Sí, era malísima.
—No te riás tanto. —Dije antes de agarrar la botella y servirme un poco más. —Vos porque lo jugaste antes.
—¿Todo piola?
Nos dimos vuelta y vimos a Mateo entrar al salón.
—Sí, todo piola. —Dijo Leo con una sonrisa.
—¡Genial! —Alcé mi copa.
Leo rió y yo también. Capaz habíamos tomado varias copas ya.
—¿Te tomaste toda esta botella? —Preguntó Mateo frunciendo el ceño.
Miré la botella que ahora estaba en su mano y vi que se había acabado.
—Nos la tomamos él y yo. —Dije.
Mateo miró a Leo y chistó.
—¿Querés jugar? —Preguntó Leo.
—No. —Dijo Mateo.
—No debe saber jugar ni siquiera. —Dije.
—Obvio que sí, ¿quién te pensás que soy? A parte me va super bien. Le gané a todos mis amigos. —Dijo él.
—¿Posta? Que genio. Juguemos una partida. —Le dijo Leo.
—Que no, hermano. Es re aburrido y no tiene ciencia. —Dijo Mateo.
Yo me reí porque seguro no sabía nada del juego.
Que pelotudo.
—¿Y si jugamos fútbol? —Propuso Leo.
—Na. —Dije con pereza.
—Dale, de una. —Aceptó Mateo.
—Pero Leo se tiene que terminar de recuperar. —Dije.
—Él quiere, ¿no? —Dijo Mateo.
—Sí, está todo bien. —Dijo el otro así que asentí alzando los hombros.
Yo dejé la botella ahí y le levanté antes de seguirlos hasta la cancha.
Me senté en una banca que había ahí y esperé a que Leo trajera el balón.
—¿Seguís enojada? —Dijo Mateo mientras me pasaba lo que tenía en sus bolsillos para poder jugar sin que se le cayera nada.
—No. —Mentí.
Él me miró fijo y asintió sarcástico, era obvio que sí.
Ninguno dijo nada más. Leo llegó y comenzaron a jugar. Veía a Mateo jugando tranqui, aunque igual le iba mucho mejor que a Leo. Lo cual era lógico
El celular en mis manos comenzó a vibrar, bajé la mirada y mi semblante cambió al ver quien lo llamaba.
Jelowi lendas. Treinta besos les mando<3
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