Marilyn Monroe.
Una mujer que desde mi punto de vista era simplemente icónica. Había decidido disfrazarme de ella.
Tenía la peluca y por supuesto el vestuario, que en la tarde me aseguré que estuviera en buen estado para tenerlo listo justo ahora.
Cuando estuve vestida, me senté frente al espejo y me maquillé, ya me había acostumbrado a decorar demasiado mi rostro, pero como mencioné antes, desde que vine a Argentina estoy medio descuidada conmigo misma. Pero por esta vez terminé maquillándome como si fuera a ir a una sesión.
Me sonreí al espejo al verme tan linda, sentía que luego de esta noche mi autoestima iba a terminar por los cielos.
Como se debe.
Miré en el tocador el antifaz brillante que quedaba excelente con todo mi atuendo.
“Si te sientes en peligro de exposición te vas. Y nada de licor”.
Mí mamá había salido con Liz y Adrián a no sé dónde, la verdad no les presté atención porque solo podía pensar en el disfraz perfecto para poder ganar.
Yo iba a ganar, tenía que hacerlo.
Por mí y por mi orgullo.
Salí de la casa luego de haberme asegurado de haber llevado lo necesario en mi cartera. Como era cerca decidí no correr peligro tomando un auto de servicio público. Le habría pedido a Adrián que me llevara pero bueno, no se pudo.
Mientras caminaba bajando para la dirección de la fiesta, recordé mi primera joda en el barrio, y única en realidad. Esa donde Mateo vino para llevarme, en la que lamentablemente estaba su amiga que me cagó un poco la noche y en la que terminé tomando como loca.
Aunque no se que tan malo podría haber sido terminar ebria, porque gracias a eso le terminé dando el primer beso a ese morocho hermoso.
El primero de tantos que afortunadamente pude darle luego sobria.
Negué con la cabeza frunciendo el ceño, no sabía en qué momento todo terminaba enfocado en él.
Suspiré tratando de sacarlo de la cabeza pero entre más me acercaba a la fiesta más recuerdos me invadían.
Cuando pasé por el parque que siempre había adorado, resoplé. Cuando lo veía siempre pensaba en los pocos recuerdos que tenía de mi papá, pero ahora incluso él estaba clavado en este lugar y en lo que me conectaba a él.
Porque sí, aquí me pidió que fuera su novia.
Ay, por favor, ¿en qué momento vuelvo a pensar en él?
Dando pasos y pasos con los tacones que por primera vez me estorbaban un poco, logré llegar hasta el salón donde se hacía la fiesta y donde la música sonaba a todo volumen.
Asentí mirando el lugar y alcé un poco las cejas al ver que habían encargados de seguridad que se ocupaban de rectificar que cada persona llevara su invitación.
Saqué la mía de mi cartera y fruncí un poco el ceño al ver que la mayoría tenía invitaciones normales y la mía era brillante.
Miré la fila para entrar y me acerqué hasta el hombre gigante en la entrada que se ocupaba de darles entrada a las personas.
—Hola. —Di un toque en su brazo izquierdo, a lo que él giró a mirarme. —¿Esto significa algo? —Le mostré mi invitación brillante.
Él la miró y luego en silencio me dio el paso a la fiesta, a lo que yo entré contenta.
Genial, no sabía quién me había invitado y no sabía si había sido a propósito o una coincidencia pero estaba muy agradecida, porque de no haber sido por eso habría terminado haciendo una fila congelada, con mal humor y quizá hecha pis.
