Abrí mis ojos lentamente y bostecé, sentí el brazo de Mateo en mi cintura y sonreí al recordar todo.
Me di vuelta y me acurruqué en su pecho, disfrutando de la calidez que eso me generaba.
Cerré los ojos mientras escuchaba como Mateo respiraba, estaba dormido.
Quise descansar un momento más, pero el sueño se me había ido.
Me volví a dar vuelta para levantarme pero el brazo de Mateo era pesado.
Traté de sacárselo con delicadeza pero no funcionó, así que traté con fuerza pero su mano apretó con fuerza mi cintura antes de apretarme a él a la vez que se quejaba dormido.
—Que idiota. —Dije negando con la cabeza.
Me di por vencida y me quedé mejor mirando su rostro.
Detallé lo distinto que fue este día a el día que amanecimos juntos en mi casa. Aquí no habían gritos molestos al despertar, y podía contemplar el rostro de Mateo tranquilamente.
Cuando sentí que el agarre de Mateo se desvaneció, aproveché para salir de la cama.
Miré a un lado la bermuda y la camisa que él me había prestado y me la puse, ya que estaba en ropa interior.
Hice pis, lavé mis dientes e igualmente lavé mi cara. Agarré mi cabello en una cola alta.
—Olivia. —Escuché un llamado ronco por parte de Mateo. —Oli.
Salí del baño y lo miré, estaba sentado en la orilla de la cama en bóxer, mientras fregaba un ojo con su mano.
—Hola, Teo. —Dije con una pequeña sonrisa. —¿Qué pasó?
—Nada, quería saber si estabas en el baño o habías bajado, capaz ya te habías ido, que se yo. —Dijo él antes de levantarse.
Se acercó a mí y plantó un pequeño beso en mis labios.
—Buenos días. —Dijo antes de meterse al baño.
Hice la cama porque no soportaba el desorden y me senté con el celular en la mano.
Vi las llamadas perdidas de mi mamá y resoplé sabiendo que iba a tener problemas.
Como sea, ni el peor castigo me iba a quitar la felicidad que tenía de poder estar con Mateo.
Lo que pasó anoche fue más que hermoso, más de lo que esperaba.
Experimentar sentimientos junto con placer en un mismo momento fue algo único.
—¿Vamos a desayunar? —Preguntó mientras se ponía una bermuda.
—Dale. —Dije algo insegura.
Él no lo notó, pero yo no era de romper ni un segundo mi dieta, era demasiado estricta. Pero no podía bajar y pretender que me atendieran como si fuera un restaurante o mi casa.
Bajamos las escaleras y llegamos al comedor.
—Buen día. —Nos saludó Pedro.
—Buen día. —Sonreí.
—Hola, pa'. —Dijo Mateo por su parte.
—Estoy haciendo panqueques, ¿te gustan? —Preguntó.
—Ah, sí. —Sonreí.
—Está bien, siéntense. —Demandó.
Mateo y yo nos sentamos en el comedor. Al ver las continuas llamadas de mi mamá, decidí enviarle un mensaje diciéndole que estaba bien y que le avisaba cuando iba a casa.
Pedro se acercó a nosotros y vi un plato con cinco panqueques repletos de miel de maple.
Traté de no verme sorprendida cuando lo puso delante de Mateo.
—¿Me podés dar uno solo a mí? —Dije a lo que Pedro frunció el ceño y Mateo rió. —No como mucho.. y sin miel, por fa. Perdón.
—No, no hay problema, solo me desconcerté, aunque.. —Sonrió. —Supongo que era obvio ya que sos modelo.
Él se fue confundido mientras Mateo negaba con la cabeza riendo.
Re x el capítulo. ¿Quieren que actualice o está tarde ya?