Mi corazón se aceleró en mi pecho y sentí mis ojos mojarse rápidamente.
Por mi cabeza pasó rápidamente la pregunta de cómo había entrado alguien aquí si estaba en un penthouse de un hotel con alta seguridad.
Solo una persona tenía acceso aquí además de mí.
Dante.
Sentí una respiración en mi cuello y una gruesa lágrima recorrió mi mejilla.
—T-te doy lo que querás.. pero por favor.. —Sollocé temblorosa.
—Ey, bebé, no. —Escuché la voz antes de que me dieran vuelta.
Me quedé totalmente estática al darme cuenta de que no era nada más ni nada menos que Mateo.
Un alivio me invadió de inmediato, tenía rabia con él pero lo primero que pude sentir fue tranquilidad.
—Sos un pelotudo. —Dije antes de poner una mano en mi pecho.
El rió suavemente y acunó mi cara en sus manos.
—Perdón, no pensé que te ibas a asustar tanto. —Dijo él yo le saqué las manos de mi cara.
—Que broma tan pesada, ¿cómo entraste aquí, y por qué estás vestido así? —Cuestioné frunciendo el ceño.
Apenas caía en cuenta de que tenía una campera negra grande, un pantalón negro y una visera negra.
—No se que onda pero dejaste la puerta abierta, peligroso eh. —Dijo él.
Yo hice memoria y me di cuenta de que Dante se fue y no miré la puerta.
Un boludo también, como va a dejar la puerta abierta.
—¿Quién pensaste que era? —Dijo acariciando mi cabello.
—No sé, cualquier enfermo por ahí. —Dije y él negó con la cabeza.
—Me mato donde te pase algo. —Dijo negando con la cabeza.
Me lo como todo.
—¿Qué hacés aquí? —Dije.
—Ya está todo listo para que nos vayamos. —Dijo él.
Yo abrí mi boca un poco y negué.
—Te envié un mensaje, Dante vino a hablar conmigo y no creo que sea conveniente. —Dije y él rió antes de alzar las cejas.
—Que la chupe Dante. Aquí a mí me importa lo que querás vos. —Dijo.
—Es que es complejo, Mateo. Somos adultos. —Dije.
—Bue, así nos vamos amargando re rápido. ¿Querés o no?
—Obvio que quiero pero..
Un grito mío interrumpió mis palabras cuando Mateo me alzó en su hombro como si fuera un bulto de papas.
—¡Mateo! —Grité mientras él con conmigo.
Escuchaba su risa pero no era tan gracioso, ni siquiera llevaba puestos mis zapatos y ni sabía para donde iba el loco.
Negué con la cabeza riendo por primera vez cuando el subió al ascensor conmigo y las puertas se cerraron.
—¿Podés soltarme ya? —Pregunté.
Lo único que veía era su espalda y su culo si bajaba mi mirada.
—No. —Dijo y puedo jurar que sonreía.
—Dale, Mateo. —Insistí pataleando.
Estaba tranquila haciendo mi berrinche cuando sentí una palmada fuerte en mi culo que me hizo jadear y quedarme estática.
—Quedate quieta, bebé. —Dijo y sentí mis mejillas arder. —Que buen culo, eh.
—Mat.. —Me ahogué cuando sentí como lo apretaba morbosamente. —¡Ey!
Mi corazón se aceleró cuando sentí si mano colarse bajo mi vestido y comenzar a jugar con mi tanga.
—Se siente rico. —Dijo él pero yo mordí mi labio porque sus dedos rozaban ligeramente con mi feminidad.
El aviso de que habíamos llegado a nuestro piso sonó, avisando que las puertas iban a abrir.
—Lo dejamos para después.
Sentí un beso en mi cadera que me hizo sonreír.
Las puertas del ascensor se abrieron y Mateo volvió a correr y yo me quejaba en su oído porque me daba verguenza hacer un escándalo frente a todos.
Sentí el aire frío recorrerme, tenía un vestido super pequeño que me dejaría morir de frío sin problemas.
Ahogué un grito cuando sentí que Mateo me tiró algo brusco dentro de de los puestos traseros de un auto antes de subirse él.
—Bienvenida a nuestras vacaciones. —Dijo antes de darme un beso que ni siquiera correspondí por mi desconcierto.
Uyuy, ¿se vienen buenas las vacaciones?