Cuando todas las pibas que estaban en la mesa notaron mi presencia me miraron. Traté de no verme molesta aunque tenía ganas de matarla.
—Hola. —Sonrió confundida.
Le ofrecí una sonrisa notoriamente fingida.
—Disculpa. —Chasqueé mi lengua. —Quiero ese puesto.
Ella miró a una de sus amigas y luego me miró a mí sin dejar de sonreír.
—¿Perdón? —Preguntó.
—Que quiero ese puesto. —Le dije.
Ella rió bajo junto con sus amigas pero mi semblante no cambió ni un poco.
—Hay muchos puest..
—No quiero un puesto, quiero ese puesto. —Le dije seria.
—Pues jodete. —Dijo esta vez molesta.
—¿Segura que no te vas a parar? —Alcé una ceja.
—Claro que no, ¿qué te pens..?
Sin importarme que ya todos nos miraran, ladeé mi bandeja sobre su cabeza y dejé que toda la ensalada cayera encima de ella.
Pude escuchar el perfecto "ohh" de toda la cafetería incluyendo el de sus amigas.
—¿Qué onda flaca? —Dijo antes de pegarme una bofetada.
Fue tan fuerte que sentí inmediatamente el sabor metálico de la sangre en mi boca.
Solté una risa mientras sentía como mi mejilla ardía.
—No sabés lo que acabás de hacer, te vás a meter en problemas con Adrián. —Le dije y vi el miedo en su cara.
Se los había comentado al inicio, aunque me odien mucho, nadie se metía conmigo porque sabían que mi padrastro era serio y tenía mucha plata.
—No te tengo miedo. —Dijo sin embargo. —¿Por qué no aprendés a defenderte sola?
—¿Querés que lo haga? —Pregunté enojada acercándome un paso.
Le devolví la bofetada con fuerza y sentí un golpe en mi mandíbula que me hizo caer al suelo.
No había sido una buena idea pelear con ella, porque yo nunca había peleado y supongo que ella sí.
—¡Pará, Camila! —Me tensé al escuchar la voz de Mateo.
Me levanté del piso tratando de pensar que no había visto como me habían derribado, aunque era más que obvio que lo había visto.
—¿Qué te pasa, pelotuda? —Le dijo Mateo enojado.
—¿No viste lo que hizo? —Dijo ella indignada.
—Si vi, pero como vas a seguirle el juego. —Negó con la cabeza.
Él me miró y se acercó hasta mí.
—Vení. —Agarró mi mano pero me solté.
—Andá con tu wacha. —Fruncí el ceño antes de tirar el vaso de agua al suelo. —Y decile a tu mamá que su hija se va a ganar una demanda por arruinar la cara de una modelo. —Le dije a la chica antes de darme la vuelta para irme.
Salí de la cafetería avergonzada por la escena, no creí que fuera a golpearme.
—Esperame. —Oía a Mateo atrás.
Sin darme la vuelta le enseñé mi dedo del medio y seguí mi trayecto hasta llegar al baño.
—¿Qué hacés? —Reproché cuando entró al baño conmigo. —Es el de mujeres. —Dije aunque él obviamente lo sabía.
—Dejá de meterte con todo el mundo. —Dijo él.
—Es mi vida, además, ella se lo buscó. —Dije enojada. —¡Uy, mirá mi cara!
Miré al espejo y tenía una cortadura en mi labio inferior y se me había inflamado un poco mi mandíbula.
—Me va a quedar un morado. —Me quejé.
—¿Y qué querías, que ella se quedara quieta?
—¿Podés irte bien a la mierda? —Dije sacando mi maquillaje.
Él se quedó en silencio y yo comencé a tratar de cubrir ese golpe.
—No tratés a las personas como te trataron a vos, no te convirtás en lo que alguna vez odiaste, porque así te vas a odiar toda la vida, y no merecés más que amor, y más de tu parte. —Dijo Mateo.
Me miraba al espejo mientras cubría mi cara con base y sentí mis ojos llenarse de lágrimas.
Quizá habría considerado volver a dejar mi orgullo de lado, sino hubiese sido por lo que dijo a continuación.
—Sos una pelotuda. —Dijo serio.
—¡Si viniste a decirme eso podés irte por donde viniste! —Grité molesta mirándolo esta vez a él.
—Pelotuda hermosa. —Dijo mirándome fijamente antes de irse.
Bueeeno, no se que pensar, ¿ustedes qué dicen?