Luego de haber ido a rectoría para firmar unos papeles que me habían estado insistiendo, me di la vuelta para salir del colegio.
Hoy me sentía un poco mejor, supongo que son variaciones del humor y ese tipo de cosas.
Salí del colegio y caminé de vuelta hacia mi casa. Mi padrastro siempre me traía en su auto porque le daba el horario, pero no le daba para recogerme a la salida.
Bufé cuando reconocí esa figura apoyada en la pared, como la última vez. Mateo miró hacia mí y mi mal humor decayó enseguida.
Mordí mi mejilla interna tratando de pasar callada pero me fue imposible. Me detuve y lo miré on una pequeña sonrisa llena de soberbia.
—Uh, mirá el héroe del salón. —Dije provocando que una sonrisa aparezca en su rostro.
—Gracias por el apodo. —Dijo y solo ahí noté el olor a porro que desprendía de Mateo.
—No me lo agradezcás. —Lo miré de arriba a abajo.
—Olivia, ¿necesitás algo? —Preguntó ahora sí medio molesto.
—Si necesito. —Dije agarrando mi mochila con fuerza. —Que me respetés un poquito, no creo que sea muy difícil
—Con vos es muy difícil, creeme. —Dijo incorporándose.
—¿Vos querés problemas? —Pregunté alzando una ceja.
Ahogué un grito cuando él me agarró del brazo y me apoyó en el muro en el que segundos antes se encontraba él.
—¿Yo quiero problemas? —Preguntó Mateo a corta distancia de mi.
Mi corazón se aceleró en mi pecho y no exactamente por amor o algo así, estaba asustada.
Me regañé internamente porno haber seguido mi camino.
—Cuando dejés de joder, te dejo de joder a vos. Mientras sigás..
—¿Y por qué no dejás que se defiendan? —Lo interrumpí. —Me jode que los defiendan como si ellos no pudieran hacerlo. Cuando yo estaba en el lugar de ellos nadie me defendió, ¡¿entonces por qué los defendés?!
—No sé ni de que estás hablando flaca. —Dijo Mateo soltándome.
Miré mi brazo, que había quedado un poco rojo a causa de su apretón. En el otro también tenía uno por el suceso de ayer, donde Mateo me humilló frente a todo el grupo.
—No me volvás a tocar. —Rezongué.
—Y si lo hago qué. —Dijo colocando rápidamente sus manos en mis caderas y acercándome peligrosamente a él.
—¡Dejá de jugar! —Bravé.
—¿Quién está jugando? —Dijo él rápidamente.
Un escalofrío me recorrió, y no pude encontrar explicación para eso.
Miré a Mateo a los ojos, y pese a la situación, solo encontré odio en su mirada.
Saqué sus manos con fuerza y me di la vuelta para correr a mi casa.
Aquí sigoo<3
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