Caminé de nuevo por las calles, esta vez notando lo fría que estaba la noche. Había quedado bastante llena con lo que había comido y sentía que estaba satisfecha. No solo por haber cumplido finalmente con el capricho de comer de esa forma.
Caminaba con pasos torpes y con poco ritmo, pateando de vez en cuando las pequeñas piedras que veía en mi camino.
Sin saberlo, me había dirigido a ese parque al cual siempre me había gustado ir desde pequeña. Solo que mi mamá dejó de traerme después, y luego, no me permitió volver porque decía que no era un lugar para alguien como yo.
Resoplé. ¿Quién diablos era yo? no era nadie.
Sonreí ante la suerte que tenía, pues el parte siempre estaba abierto veinticuatro horas.
Me adentré en el establecimiento,, que como si fuera un premio, se encontraba vacío, para que yo pudiera disfrutarlo en esta noche de silenciosa agonía.
El lugar que me gustaba de éste lugar, era la gran rueda de la fortuna. Caminé hasta ella y le sonreí al hombre que administraba allí en el puesto.
—¿Puedo subir? —Pregunté abriendo la cartera.
—Claro, ¿vienen juntos? —Preguntó desviando levemente su mirada detrás de mi.
Me giré para mirar atrás y me asombré un poco al ver nuevamente a Mateo allí. Creo que éramos las dos únicas personas allí. ¿En serio daba la gran casualidad de encontrármelo dos veces en la misma noche y, sobre todo, en un lugar tan peculiar como éste?
—Sí. —Se apresuró a decir Mateo.
¿Qué hacía?
Miré confundida a Mateo, aun más cuando pagó las entradas.
—Pasen. —Dijo el hombre abriendo una puerta.
¿En serio me iba a subir con él?
—Entra. —Me sonrió Mateo.
¿Por qué se comportaba así de repente? Me asustaba.
Entré junto con Mateo y el hombre cerró la puerta para luego poner el juego en funcionamiento. Recosté mi espalda contra el puesto y miré a Mateo que estaba frente a mi.
—¿Por qué estás aquí? —Pregunté.
—Te seguí. —Admitió con facilidad.
—¿Por qué? —Pregunté arqueando una ceja.
—Porque quería asegurarme de que estabas bien.
Me quedé mirándolo fijamente sin entender su comportamiento. No sé por qué la amabilidad que logré ver en su cara, hizo que me sensibilizara mucho más.
Empecé a llorar agachado un poco mi mirada, dejando que mi mente se llenara de malos recuerdos y escuchando como mi propia mente me repetía que yo era una basura.
Mateo agarró mi mano y empecé a sollozar con fuerza, dejando que las lágrimas corrieran por mi rostro.
Con mi mano libre limpié las lágrimas que caían por mi rostro, aunque siguiera llorando y sintiendo que mi corazón dolía de una forma casi exagerada.
Levanté mi vista para mirar a Mateo y me di cuenta que me estaba observando algo angustiado. Él también me había estado tratando mal los últimos días, pero en el rencor en lo menos que pensaba ahora mismo. Lo único que podía pensar era que yo también me detestaba.
Cuando estuvimos en la cima miré la ciudad desde allí, un poco nublada a causa de mis lágrimas.
—También me odio. —Dije mirando de reojo a Mateo.
Él se quedó callado, un tanto estático.
Miré esta vez la ciudad, aprovechando que el hombre había detenido el juego, para dejar que disfrutáramos la vista. Puse mis manos a los dos lados de mi boca.
—¡También me odio! —Grité sintiendo las cálidas lágrimas bajar por mis mejillas y al mismo tiempo, la fría brisa golpeando mi rostro. —¡También quisiera ignorar mi existencia! —Sollocé. —No es fácil ignorar tu propia vida..
No me importó la presencia de Mateo allí, descargué todo lo que tenía adentro, porque no sabía cuando podría volver a hacerlo.
—Ya no se que hacer. —Musité sintiendo como la atracción volvía a ponerse en marcha. —Siento ser tan pesada. —Dije mirando mis manos.
—Yo siento haberte tratado mal. —Dijo Mateo.
Nos miramos a los ojos y por alguna razón comenzamos a reír, como si fuésemos demasiado estúpidos y eso nos causara gracia.
Se me hizo terriblemente agradable.
Holaaaa<3 amo este caaaap.