Celos

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''Los celos nacen del amor, pero no mueren con éste''    
François de La Rochefoucauld

Le doy un beso en la cabeza a Sila, que me mira con morritos porque voy a salir al jardín pero ella no puede venir conmigo

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Le doy un beso en la cabeza a Sila, que me mira con morritos porque voy a salir al jardín pero ella no puede venir conmigo.

- Quiero ir - solloza la pequeña, a la que tengo en brazos.

- Ya lo sé Sila, pero no puedes - contesto y eso solo hace que los sollozos aumenten - Te prometo que mañana saldremos a jugar.

Esto parece alegrarla, cuando de repente, llaman a la puerta. Doy permiso y Hadgi aparece por el umbral y hace una reverencia.

- Sultana - dice el eunuco - El embajador ha llegado, debemos irnos.

Yo dejo a Sila en el suelo, que se va con Fatma hacía su habitación, mientras Ece y Turhan me colocan un abrigo rosa, además de la corona, llena de piedras preciosas rosas. Después enganchan el velo blanco, y terminan de arreglarme el cabello.

Cuando estamos listos, partimos hacía el jardín privado, donde se encuentran Ahmed, junto a dos Pashas, la Valide Sultán y las Sultanas Şah, Dilruba y Esra y el embajador español, rodeado por sus criados. Cuando llego, hago la reverencia pertinente y me acerco a Ahmed y al embajador.

- Su Majestad - murmuro, haciendo una reverencia - Senyor Guillem, benvingut una altra volta*.

- És tot un honor tornar a estar en la vostra presència, Sultana* - contesta el hombre, y yo rápidamente le traduzco lo que ha dicho a Ahmed.

Después, todos nos sentamos juntos debajo de una carpa, la Sultana Handan se sienta más apartada junto a las tres Sultanas, y en el centro nos sentamos el resto. Pasamos la mañana en el jardín, hablando y comiendo.

- Sultana* - dice el embajador, atrayendo mi atención, aunque también noto como los ojos de Ahmed se posan en él también- No esperaba trovar una persona com vos aquí*

- Jo tampoc ho haguera imaginat* - respondo, sonriéndole amablemente.

La conversación entre ambos continúa, aunque noto como el hombre desliza comentarios que no son precisamente amistosos. Otra cosa que destaca es la mirada de Ahmed, que arde clavada en nosotros, y la parte vengativa en mi hace que conteste los comentarios de igual manera al embajador.

- Defne - dice Ahmed, en un tono irritado - Dile al embajador que ahora traeran a las concubinas españolas.

Yo asiento y se lo comunico al embajador, mientras por el camino aparece un grupo de ocho chicas, todas bien vestidas y con velos. Todas hacen una reverencia y el embajador se levanta con rapidez, dirigiéndose a una de las muchachas.

- Altesa* - dice, inclinándose ante la muchacha, que reconozco como la muchacha que me había mirado hacía unos días, con los ojos marrones.

AnastasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora