Anastasia

Ventajas

''Estamos tan acostumbrados a disfrazarnos para los demás, que al final nos disfrazamos para nosotros mismos.''
François de la Rochefoucauld

Por unos segundos, el duque de Normandia deja de oír en sus oídos los rugidos de la multitud, que, a pesar de no entender una sola palabra, sabía que hasta hacía unos segundos deseaba su muerte. Había sido un error seguirlos hasta Niza, más aún sabiendo que aquellos bárbaros infieles no tendrían piedad de él, por muy sobrino de la reina que fuera.

Sin embargo, observaba confuso la figura de Anastasia en el escenario, justo como el resto de gente que había en la plaza.

- Bırak onları* - las palabras salen por la boca de la pelinegra y para la sorpresa del duque, las ataduras que mantienen sus manos y pies juntos desaparecen.

El hombre levanta la cabeza para ver como los soldados que hacía segundos lo sujetaban tenían una rodilla hincada en el suelo, con la cabeza gacha y un puño sobre el pecho. La multitud que los rodeaba parecía haberse quedado sin palabras al ver a aquellos que infligían la ley arrodillados ante una simple muchacha.

Confuso como estaba, el duque tarda unos segundos en darse cuenta de que Adrien y Alfred se habían levantado del suelo. El que sería su futuro cuñado le ofrece una mano, que a regañadientes acepta.

Por si fuera poco para su cerebro, uno de los hombres que había en el lugar, el que parecía haber reconocido a Anastasia se había acercado. Doblando sus rodillas se había dirigido al suelo, y tomado el borde de la capa de la muchacha, lo había besado y puesto en su frente.

- Allah şükürler olsun Sultanim - dice el hombre, aún desde el suelo - Güvendesin, maşallah.

- ¿Qué ha dicho? - Alfred saca por la boca las mismas palabras que el duque de Normandia tenía en sus pensamientos. Adrien sonríe mirando a la muchacha

- Gracias a Allah, Sultana - traduce el chico rubio - Estáis a salvo, Allah mediante.