El tiempo pasa

274 32 18
                                    

''La distinción entre pasado, presente y futuro es sólo una ilusión obstinadamente persistente.''
Albert Einstein

Después de la partida de Ahmed, las cosas se habían calmado durante unos días

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Después de la partida de Ahmed, las cosas se habían calmado durante unos días. Sin embargo, la tranquilidad duró poco antes de que los problemas comenzaran.

Para empezar, la Sultana Safiye llegó al palacio cinco días después de la partida de Ahmed, en un carruaje lujoso y con bastantes ganas de guerra.

Aún no tenía muy claro cuales eran sus planes,ya que  la Sultana aún no había movido ficha. Así pues, solo me quedaba esperar pacientemente que truco se sacaba de la manga, aunque desde el primer día que la vi, llevaba pensando cuales podrían ser sus castigos.

Porque como siempre dicen: Más vale prevenir que curar.

Cómo la Sultana Safiye no me molestaba mucho, me había dedicado a intentar establecer una relación con las otras Sultanas del palacio. Lo había conseguido con la Sultana Mihriban y con la Sultana Turhan; sin embargo tanto la Sultana Nazpever como la Sultana Nilüfer sentían una extraña aversión hacia mí.

Uf, la Sultana Nilüfer.

Esa niña era la representación de la arrogancia. Criada desde la cuna con la superioridad de poseer sangre real corriendo por sus venas, la Sultana Nilüfer no consideraba nada adecuado para su grandeza. Se comportaba mal con los criados, con los soldados, las otras Sultanas y incluso con su madre. La única a la que temía era a su abuela, por lo que le agradecía en cierto modo a Safiye su presencia.

La Sultana Selimiye, la madre de Nilüfer, no me había mostrado ninguna representación de sus sentimientos hacía mí. Era amable conmigo, pero al mismo tiempo fría. Tal vez lo hacía para mantener feliz al vuitre de su hija, pero sospecho que una niña de trece años no podía hacerme nada.

Aunque si fuera ella yo le habría pegado un sopapo*.

Por mi parte, sin el control de Ahmed ni la necesidad de permisos de la Sultana Madre, mi libertad y movilidad habían aumentado en gran medida. Nadie en el palacio podía impedirme ir a ningún parte, y yo tomaba ventaja de ello.

Visitaba regularmente la ciudad y los pueblos cercanos, ayudando a todos aquellos que lo necesitaran. Actuaba manteniéndolos como prioridad, así ellos se sentían especiales, y su amor por mí iba creciendo.

Gracias a esto, envié una carta a la capital pidiendo permiso a Ahmed para iniciar la construcción de un edificio público con todo lo necesario para aquellos que estaban solos en el mundo. El Sultán había consentido y ahora mismo, sostenía entre mis manos la carta que me lo confirmaba.

AnastasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora