Manos y gritos

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"¡cuántas cosas estamos a punto de descubrir si la cobardía y la dejadez no entorpecieran nuestra curiosidad!"
Mary Shelley

"¡cuántas cosas estamos a punto de descubrir si la cobardía y la dejadez no entorpecieran nuestra curiosidad!"Mary Shelley

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Los gritos continúan mientras yo me escondo por detrás de las tiendas y me acerco al lugar de donde proceden. Cada vez están más cerca, y para mi sorpresa, nadie se ha dado cuenta de mi presencia.

Aparto un poco la tela del exterior de una tienda y entonces lo veo. Varios hombres están en el suelo, con heridas en el cuerpo y la cara apenas reconocible por la hinchazón y la sangre. Sin embargo la ropa es la misma que la de los hombres del camino de esta mañana.

Otros soldados sostienen a otro hombre, mientras un capitán le da patadas en el estómago y le pega puñetazos. Parece que le pregunta algo.

Es un interrogatorio

Aparto un poco más la tela, para ver a los pashas, el médico, el escriba, algunos guardias y a los otros capitanes (donde está Rick) observando. Sentado en el medio se encuentra el Sultán, viendo la escena con una expresión pétrea.

Decido rodear la tienda para ver mejor y acercarme al Sultán. Y así lo hago. Desde el otro lado, puedo ver la expresión de todos.

El escriba centra la atención en escribir, evitando mirar la paliza. Los pashas intentan mantener la compostura todo el tiempo, pero no lo consiguen y apartan la mirada de vez en cuando. El médico, supongo que acostumbrado a las heridas, mira, pero tiene expresión de pena. Los capitanes y soldados tienen expresiones propias de la satisfacción, supongo que por obtener la venganza de sus compañeros fallecidos. El único que no separa la mirada es el Sultán, que observa la tortura sin apenas parpadear y sin ningún tipo de expresión en el rostro.

No sé cómo lo hace, yo siquiera puedo mirarlos.

Decido acercame un poco más. De lo que no me había dado cuenta, es de que, atados al lado de la tienda, opuestos a sus compañeros, había otros tres criminales. El primero de ellos, con sangre en los dientes y dos pendientes, me coge el tobillo mientras sonríe y dice algo que no entiendo, pero que no tiene buena pinta.

Yo grito, haciendo que los presentes, excepto los que se encargaban de la paliza, se giren. Le pego con el otro pie al hombre que me sostiene el tobillo con fuerza, mientras Rick y otros soldados se acercan corriendo, sin embargo, no son más rápidos que el Sultán. Espada en mano, hace un movimiento y de un momento a otro, el agarre en mi tobillo desaparece.

La mano del criminal cae al suelo, separada de su cuerpo, mientras este aulla de dolor. Yo retrocedo, asqueada y asustada. Los soldados se apresuran a separar al hombre del Sultán, que se acerca a mí. Por puro miedo lo abrazo, y el chico se tensa, pero me deja.

AnastasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora