Mehmed y Mihrimah

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''Como un mar, alrededor de la soleada isla de la vida, la muerte canta noche y día su canción sin fin.''
Rabindranath Tagore

(TW: Se hace mención a escenas desagradables

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(TW: Se hace mención a escenas desagradables. Así pues, si estas escenas os producen alguna incomodidad podéis saltaros el capítulo)

Siento como alguien me sacude con fuerza.

- ¡Sultana! ¡Sultana, despierte! - con dolor, abro poco a poco los ojos.

Me encuentro en una habitación pequeña y oscura, donde reina el frío. Aunque delante de mí, una figura sostiene una antorcha mientras me ayuda a levantarme. Con dificultad por la falta de luz, reconozco el rostro de la joven.

- ¿Ravia? - pregunto, mirando a la joven que hacía un año había ayudado.

Ella asiente, mientras tira de mí hacía el exterior de la celda en la que me encontraba.

- Por aquí, mi Sultana - dice Ravia, agarrándome la mano y empezando a andar en la oscuridad de la prisión.

Aunque en lugar de dirigirnos al exterior, nos adentramos más en la prisión, y a pesar de no entender nada, los recuerdos me habían alcanzado y la preocupación por mis hijos iba en aumento. Pronto, ambos alcanzamos un recoveco sin salida, aunque Ravia empuja la piedra, abriendo un pasadizo secreto en la pared.

- Vamos mi Sultana - me indica, haciendo que entre en el pasillo. Después me entrega la antorcha y se dirige a cerrar la pared, aunque yo la detengo.

- ¿Qué haces? - pregunto - Vamos, ven conmigo.

- Los guardias se darán cuenta de que ha desaparecido. Me quedo a sustituirla - responde ella.

- Te matarán cuando descubran que no eres yo - digo, agarrándole la mano, pero ella la aparta.

- Vos me distéis una oportunidad cuando nadie lo hizo. Me distéis trabajo y me permitisteis casarme con la persona que amaba - dice, con dolor en la voz - Ahora que él se ha ido, no me queda nada.

- Ravia - murmuro.

- Cihangir la esperará al final del túnel, Sultana - dice, cuando unas voces se empiezan a oír.

Ambas nos giramos, entendiendo que se han dado cuenta de mi huida. Los pasos se acercan cada vez más rápido, y cuando las sombras de las figuras aparecen, Ravia me empuja con fuerza hacía el interior del túnel, cerrando la pared de piedra.

- Es un honor para mí morir por vos, Sultana - dice la muchacha, antes de que su visión desaparezca - Pronto me reuniré en el paraíso con Hisir.

Yo oigo las voces de los guardias, y con rapidez me levanto, empezando a correr con la antorcha delante de mí. No me detengo ni un solo segundo, a pesar de que el cansancio y el dolor me aquejen.

AnastasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora