''Cuando nos invade la pena, un día dura tanto como tres otoños.''
Le Thangh TonhNo recuerdo nada. No siento nada.
Junto las manos mientras mis ojos derraman lágrimas, observando los tres ataúdes que hay delante de mí. Uno grande y dos pequeños, todos de color negro, con una tela escrita encima de ellos.
Ahí estaban mis pequeños y su padre.
Escucho unos pasos apresurados, así que aparto las lágrimas que corren por mis mejillas, sorbiendo un poco los mocos, mientras veo a Hadgi aparecer, con el semblante algo triste.
- Mi Sultana, es hora de irnos - yo asiento, colocando el velo sobre mi cara, con tal de que los guardias no me reconocieran.
Ya llevaba dos meses visitando las tumbas de mis seres queridos gracias a la ayuda de las Sultanas Dilruba y Halime, que me habían acogido. Tras la muerte de Mehmed y Mihrimah, el pueblo se alteró en sobremanera. La gente estaba acostumbrada a que los Sultanes pidieran la muerte de sus hermanos varones, pero nadie jamás se había atrevido a matar a una Sultana.
Y eso no había caído en gracia.
Las ganas de revolución se olían en el aire, y cada día la gente estaba más cerca de explotar. Kösem se había hecho cargo de la regencia en cuanto yo había desaparecido, creando una guardia cruel y despiadada, que aterrorizaba a los ciudadanos.
La griega también había ordenado desmantelar el cuerpo de los jenízaros, alegando que los guardias imperiales eran suficientes. Para sorpresa del pueblo, los jenízaros habían aceptado y los procesos habían comenzado.
O eso creían.
Desde hacía años, cuando había empezado a ganar poder, había decidido apoyar mi poder en el ejército, cosa que ahora me vendría como anillo al dedo. Los jenízaros permanecían leales a mí, puesto que siempre les había apoyado. Y bajo mis órdenes, los jenízaros habían aceptado los mandatos de Kösem.
Todo tenía que ser perfecto, y una rebelión jenízara no era necesaria.
El vacío que había en mi corazón era tan grande que solo la venganza lo llenaría, y necesitaba tiempo para ejecutar mi plan. Tonta de ella, Kösem había entendido mi desaparición y la de mis hijos como miedo, aunque las patrullas seguían recorriendo el Imperio en busca de los príncipes perdidos.
Hadgi atrae mi atención, agarrándome del brazo y apretándome con fuerza contra la pared. En ese momento los veos, soldados de palacio.
¿Qué hacían aquí?
Hadgi y yo esperamos con sigilo, viendo una figura vestida de negro y con un pañuelo alrededor de la cabeza entrar en las tumbas. Reconozco su rostro joven y los trazos de pelo dorado que caen por su cara, blanca y delgada.
ESTÁS LEYENDO
Anastasia
Ficción histórica1a NOVELA de la Saga: Las Hermanas El único deber que tenemos con la historia es reescribirla. Oscar Wilde. Nunca mejor dicho #1 ella (27/02/2021 - 30/03/2021) #1 otomano (21/07/21 -