Traición

283 25 28
                                    

''Se puede confiar en las malas personas, no cambian jamás.''
William Faulkner

Hadgi me espera en el exterior y se apresura a salir corriendo después de mí en cuanto salgo de los aposentos de Ahmed

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Hadgi me espera en el exterior y se apresura a salir corriendo después de mí en cuanto salgo de los aposentos de Ahmed. El eunuco no se atreve a pronunciar una palabra mientras caminamos por los pasillos del palacio.

En un abrir y cerrar de ojos, entro en una sala del palacio y acorralo a Hadgi contra la pared, sujetándole la garganta con más fuerza de la que creía que tenía.

- Su, su, sul - intenta farfullar Hadgi.

- ¿CÓMO? - le chillo, y yo creo que si pudiera, me saldría humo hasta por las orejas.

- Qu.. - Hadgi intenta volver a hablar, pero mi mano sobre su garganta impide que las palabras salgan por su boca.

Estúpido.

Con desdén suelto a Hadgi, que cae al suelo mientras toma grandes bocanadas de aire y se frota la garganta. Con miedo, se levanta lentamente en el suelo y me mira temeroso.

- ¿Qué ha ocurrido, Sultana? - pregunta Hadgi, con la voz melosa, cómo si quisiera relajarme.

- ¿Qué ha ocurrido? - le pregunto - ¡Ah!

- Sultana - llama Hadgi - No se que ha ocurrido.

- Su Majestad - siseo - Su Majestad se ha enterado del secreto de la Sultana Fahriye. 

Hadgi se lleva las manos a la boca, y puedo ver en sus ojos la gran sorpresa que le invade, una sorpresa real.

Él no es el traidor.

- ¿Cómo ha podido ocurrir tal cosa, Sultana? - pregunta Hadgi.

- Ha sido por culpa de Kösem- contesto - Esa cara de guanabana se lo ha dicho a su Majestad.

- ¿Cara de guanabana? - pregunta Hadgi confuso.

Joder señor, déjame a mi y a mis putas referencias.

- Cállate Hadgi - mascullo y el eunuco obedece. Lentamente me pongo a caminar por la habitación arriba y abajo, cuál leon enjaulado.

- Sultana, ¿cómo consiguió Kösem convencer a su Majestad de tal cosa? - pregunta débilmente Hadgi.

- Con pruebas, Hadgi, con pruebas - respondo - Su Majestad tenía el frasco que en su momento contuvo la enfermedad.

Entonces Hadgi me mira con los ojos bien abiertos, y se tura al suelo de rodillas.

- Le juro por Allah que yo jamás la traicionaría Sultana - solloza el hombre.

- Levántate anda, ya se que tú no eres - digo, y el eunuco se levanta con rapidez.

AnastasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora