Dolor

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''El dolor, cuando no se convierte en verdugo, es un gran maestro.''
Concepción Arenal

Ya habían pasado varias semanas desde que los niños se habían mudado al palacio, y la primavera estaba a la vuelta de la esquina

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Ya habían pasado varias semanas desde que los niños se habían mudado al palacio, y la primavera estaba a la vuelta de la esquina. Por otro lado, los niños habían sido unos ángeles y se comportaban mucho mejor de como yo lo hacía a su edad.

Aunque sigue sin entrarme a la cabeza que le quitara la vida a alguien.

Algunas veces, el remordimiento por haber tomado una vida me corroe cuando me siento sola con mis pensamientos. Después recuerdo que hizo para que yo tomara esa decisión y a decir verdad, se me pasa.

Tal vez me consideréis una persona cruel.

Estaba en el sillón, cantándole a Mehmed, que no podía dormirse, cuando unos golpes repetidos suenan en la puerta.

- Adelante - digo.

Veo a Murad y a Huricihan entrar en el lugar, con la respiración agitada, cómo si acabaran de correr por todo el palacio.

- Sultana - dicen, haciendo una reverencia. Y entre sus respiraciones entrecortadas, encuentro un extraño tono en su voz.

- ¿Qué ocurre niños?¿Habéis vuelto a romper algo? - pregunto, levantándome a dejar a Mehmed, por fin dormido en la cama.

- No hemos roto nada - contesta Murad, y yo suspiro aliviada.

- Su Majestad - dice Huricihan, casi en un susurro - Hemos visto a su Majestad con una mujer en el jardín.

¿Qué?

Me quedo congelada, agachada al lado de las cunas unos segundos, mientras mi cerebro procesa las palabras que la niña de seis años acaba de decir.

- Cihan - le dice Murad, en reprimenda.

- No pasa nada Murad - le digo - ¿Con quién estaba su Majestad?

Ambos se quedan en silencio.

- ¿Murad? ¿Huricihan? - pregunto, en un tono que se podría describir cómo 'autoritorio y maternal'.

- Con, con - intenta decir la niña, pero parece que se lo repiensa y calla.

- Con la muchacha griega - responde Murad, en una acopio de valor. - La que tiene el pelo rubio.

Kösem.

- Sultana - dice entonces Cihan, acercándose- ¿Está bien, Sultana? No ponga esa cara.

- ¡Turhan! - llamo, casi a voz de grito.

La joven se apresura a aparecer por la puerta, alarmada por mi grito.

- Lleva a Murad y a Huricihan a dormir con sus hermanos - ordeno.

- Enseguida Sultana - dice y se dirige a los niños, ofreciéndoles su mano - Venga chicos, es hora de la siesta.

AnastasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora