Castigo

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''La discusión fortalece la agudeza."
Cicerón

Ahmed me mira reprobatoriamente, mientras yo mantengo la mirada clavada en el suelo

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Ahmed me mira reprobatoriamente, mientras yo mantengo la mirada clavada en el suelo.

- Bien, ¿qué tienes que decir en tu defensa? - pregunta, con la voz más fría que he oído salir de él.

Ahmed ya - intento responder, pero él me detiene.

- Nada de Ahmed, su Majestad - dice.

- Bien, ya le he explicado el motivo de la visita de Iskender, su Majestad - respondo.

- Eso no es una excusa para hacerlo venir - replica su Majestad colérico.

- Disculpad su Majestad, mi intención no era la de disgustarlo - digo, intentando aplacar la furia.

- ¿QUÉ NO ERA TU INTENCIÓN? ENTONCES NO DEBERÍA HABER VENIDO A PALACIO - chilla - ¿Acaso no conoces las reglas? Puedo cortarle la cabeza con una sola orden

Yo lo miro con los ojos abiertos como platos.

- Iskender no tiene la culpa, su Majestad - reitero - yo lo llamé, y acepto las consecuencias de mis actos. Eso no significa que él tenga la culpa.

- Aún en la posición en la que estás, ¿quieres protegerlo? - pregunta furioso.

- Sí - afirmo.

- ¿Estás enamorada de él entonces? - pregunta en un grito - ¿por eso quieres protegerlo? ¿Acaso lo quieres más que a mí?

Yo me quedo callada ante las interrogaciones.

- Respóndeme ahora mismo o haré que le corten la cabeza y te la sirvan en bandeja - amenaza

- No su Majestad - digo, mirándolo a los ojos con una mirada muerta. La misma mirada que ha acompañado desde siempre cuando hablaba con mi madre - No estoy enamorada de Iskender, y mucho menos de usted.

Él me mira sorprendido ante la respuesta, mientras yo mantengo la misma expresión pétrea en la cara.

- Castigadme como deseéis, el error es mío - continuo - si deseáis cortarme la cabeza hacedlo, no me importa. Nadie que no sea yo pagará por mis acciones.

- Repítelo- dice.

- Castigadme si ... - empiezo a decir.

- Eso no, lo que has dicho antes - pide, con una expresión de extraña tristeza.

- He dicho que no estoy enamorada de Iskender, cómo tampoco lo estoy de usted, su Majestad - respondo.

- Vete de aquí, ya pensaré luego tu castigo - dice haciendo señas con la mano para que le aleje.

AnastasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora