El viaje

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''Ve el mundo. Es más fantástico que cualquier sueño.''
Ray Bradbury

Manteniendo la cabeza alta; paso por delante del harén y de la humillación que esta expulsión supone

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Manteniendo la cabeza alta; paso por delante del harén y de la humillación que esta expulsión supone.

Pero yo soy más fuerte que todo esto.

Como protocolariamente debía hacer, me dirijo a los aposentos de Ahmed, para despedirme de él y para que me deseara un buen viaje. Al llegar a los mismos, las puertas ya estaban abiertas; así que mi comitiva entra en los aposentos.

Ahmed está allí, plantado más recto que un palo de madera, con la misma expresividad que Kristen Stewart en Crepúsculo. Detrás de él veo a un grupo de soldados, y entre ellos, veo tres caras conocidas.

- ¡Atención, Haseki Ayşe Defne Sultán Hazretleri! - anuncia Hadgi, que entra antes de mí.

Mientras paso por las puertas; todos excepto Ahmed agachan la cabeza. Los que entramos hacemos una reverencia ante Ahmed, que con cara enfadada levanta la mano. Casi suelto un suspiro y me dirijo hacía él, para besarle la mano y ponérmela en la frente.

- Qué Allah te proteja durante el viaje - dice, con un tono neutro.

- Que Allah lo escuche - respondo.

Ahmed hace una señal, y uno de los soldados avanza hacía nosotros y hace una reverencia.

- Supongo que recuerdas a Sulfikar, ¿cierto? - pregunta, señalando al hombre que se encuentra a su lado.

Duh.

- Así es, su Majestad - contesto, mirando al jenízaro.

- Él y su compañía se encargaran de tu protección durante el viaje y tu estancia en el palacio de Bursa - anuncia Ahmed.

- Es un privilegio y un honor poder protegerla, Sultana - dice Sulfikar, inclinando aún más la cabeza.

Aunque mi mirada se había fijado en uno de los miembros de la compañía de Sulfikar. Un chico alto y delgado, con el pelo marrón y la cabeza agachada.

Iskender.

Ahmed se fija en la dirección de mis ojos, y carraspea. Vuelvo mi atención a él y veo como intenta esconderlo, pero en sus ojos brillan los celos.

Jódete.

- Bien - dice él - Creo que ya es hora de irse.

Yo asiento y hago una reverencia, junto a los niños, que estaban detrás de mí. Con un movimiento algo exagerado, me giro haciendo volar mi capa y me dirijo a la salida.

Mientras camino por los pasillos de Topkaki, la sensación de ser seguida por una cantidad tan grande de gente me envuelve.

Es asfixiante.

AnastasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora