Nunca hay suficiente

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''La sabiduría viene de la experiencia. La experiencia es, a menudo, el resultado de la falta de sabiduría'' Terry Pratchett

Extrañamente no recuerdo muy bien los días siguientes a la muerte de Huricihan, solo sé que la venganza era lo único que ardía en mi corazón

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Extrañamente no recuerdo muy bien los días siguientes a la muerte de Huricihan, solo sé que la venganza era lo único que ardía en mi corazón. No había que ir muy lejos para suponer quién había intentado matar a mis hijos, sin embargo, mi pequeña Cihan había intervenido, sacrificándose por los Şehzades.

Por mis hijos, una pequeña de ocho años había perdido la vida. Y ahora me aseguraría de que su memoria fuera honrada, y la culpable de su muerte, castigada.

Durante este tiempo, Iskender había sido mi mayor apoyo, y, para mi total confusión, Ahmed había permitido el estrecho contacto del soldado conmigo, sin quejarse ni amenazarlo de muerte. Sentía como él quería acercase, pero en el fondo de mi corazón, apreciaba de verdad que me dejara espacio.

Los niños estaban aún perturbados por la muerte de su hermana, y aunque Sila y Yahya no entendían muy bien que pasaba, me dolía en el alma cuando preguntaban por su hermana mayor, y la única respuesta que podía darles es que ya nunca más volverían a verla.

Ahora mismo, camino a paso lento hacía los aposentos de Ahmed, dado que durante las tres semanas que han pasado desde la muerte de Cihan, mi mente había funcionado como un engranaje, preparándolo para vengarme de la Sultana Nilüfer.

Porque solo una niña así de estúpida lamentaría su fallido intento de matar a mis hijos en voz alta.

- Adelante Sultana, su Majestad la está esperando - dice uno de los Âgas de la puerta.

Asiento y paso al interior de los aposentos de Ahmed, donde este me espera con los brazos abiertos. Sintiéndome mal por como me había comportado, decido aceptar el abrazo sin rechistar, y Ahmed me da un beso en la frente.

- Defne, mi Sultana de la bondad - susurra, mientras  aprieta sus labios contra mi frente, en un gesto de consuelo.

Yo me aparto y hago la reverencia correspondiente, mientras Ahmed observa mi cara y su gesto se va tornando cada vez en una mueca de preocupación.

- ¿Hace cuanto que no comes? - esperaba la pregunta, y aún así, parece como si me cogiera por sorpresa.

- Últimamente no tengo mucho apetito - murmuro en respuesta.

- Estás pálida y demacrada - dice, sin tapujos - Ordenaré que traigan ahora mismo algo de comer.

- Su Majestad - digo, intentando frenarlo.

AnastasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora