La boca del lobo

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''La vida no se nos ha dado para ser felices, sino para merecer serlo.''
Armando Palacio Cortés

- ¿Qué está pasando aquí? - la voz dura de Anneliese hace que el duelo de miradas entre el duque y yo se termine

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- ¿Qué está pasando aquí? - la voz dura de Anneliese hace que el duelo de miradas entre el duque y yo se termine.

Con elegencia y firmeza, Lizze se acerca de la mano de Adrien y Odette, que la miran preocupados. Sus pequeños tacones repiquetean por el suelo de mármol como si avanzara el inicio de una tormenta.

- Duquesa - dice Casper, haciéndole una pomposa reverencia a Lizze - Lamento venir sin invitación previa, mas debía de hablar unos asuntos importantes con mi prometida.

- No es propio de alguien de tu rango presentarse así aquí - clama Adrien enfadado, por detrás de su abuela - Es una falta de respeto a toda nuestra familia. Más aún sin venir si quiera a verme primero.

Veo la sonrisa burlona del duque de Normandia.

- Vuestro estatus os fue concedido por mi tía, la reina por pura pena - responde maliciosamente, y veo como la ira va subiendo por los nervios de todos los nietos de Anneliese - Sólo sois hijos de una bastarda.

Veo la mano de Adrien dispuesta a levantarse con tal de pegarle, pero Anneliese lo interrumpe, agarrándolo de la muñeca y negando con la cabeza. El chico baja la mano bajo la atenta mirada del duque, que sonríe sin compasión, disfrutando del espectáculo.

Ah, eso si que no.

- ¿Ya has terminado? - mi pregunta, dicha en tono impaciente, sorprende a todos los presentes que se giran a mirarme - ¿O necesitas más tiempo para pensar? Aunque parece que tu cerebro ya está dando lo mejor de sí.

Oigo las risas de Adrien, Odette y Marie, y aunque las criadas intentan evitarlo, también se les escapa alguna que otra risilla mientras intentan mantener la compostura. Lizze me mira con sorpresa y orgullo, mientras yo espero a que el cerebro de guisante comprenda las palabras que le he dirigido.

- ¿Cómo dices? - dice, y veo como sus orejas se empiezan a poner rojas.

- Puedo explicártelo si quieres, aunque no garantizo que lo entiendas - mi respuesta hace que la sala entera, no solo los que estábamos en el rellano de las escaleras, explote en una carcajada. La cara del duque se tiñe de rojo, tanto por la ira como la vergüenza.

El hombre se acerca a mí, y justo cuando va a pegarme, mi propia mano lo detiene. Él mira sorprendido el agarre, confuso por la fuerza con la que resisto a su golpe.

- Si fuera tú no lo haría- susurro, mirándolo a los ojos fríamente.

El duque retrocede y se recoloca con fingida tranquilidad y torpe elegancia la chaqueta, para después relamerse los labios. No tenía claro cuál sería su siguiente paso, pero las palabras que salen por sus labios me irritan.

AnastasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora