El santuario

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''Lo que sabemos es una gota de agua; lo que ignoramos es el océano.''
Isaac Newton

Dos semanas habían pasado ya desde el nacimiento de mis pequeños hijos, que cada día parecía que crecían con más fuerza

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Dos semanas habían pasado ya desde el nacimiento de mis pequeños hijos, que cada día parecía que crecían con más fuerza. Murad era el que parecía tener más fuerzas y ánimos de los tres, Mehmed en cambio era más relajado y Mihrimah era la más curiosa de todos, puesto que siempre intentaba observarlo todo, y le resultaba muy fácil distraerse.

Era bastante temprano por la mañana, y yo me había despertado por los llantos de Mehmed. Lentamente me levanto de la cama, y me acerco a la cuna, desde la cuál Mehmed llora y patalea.

- Sh, cariño, o despertarás a tus hermanos - le susurro, mientras lo cojo en brazos. Observo a Mihrimah y Murad, que aún duermen felizmente en sus camas, completamente ajenos a lo que está sucediendo.

Balanceando a Mehmed, me siento en el sillón y me dispongo a darle el pecho. Cuando por fin recibe la cura para su molestia, los sollozos de Mehmed cesan, y yo cierro levemente los ojos. Entonces, oigo un llamado en la puerta.

- Adelante - susurro lo más alto que puedo.

Las puertas se abren, y la figura de Ahmed entra por ellas. Antes de que intentara hacer el amago de levantarme para hacer una reverencia, él me hace una seña para que no lo haga. Se acerca a mí y me da un beso.

- Buenos días- murmuro yo, aún con voz dormida.

- Igualmente - contesta, mientras se dirige a las cunas de Murad y Mihrimah. Después se gira hacía mi extrañado - ¿Dónde están tus criadas?

- Ayer las mantuvieron despiertas toda la noche - contesto, mientras le doy palmaditas a Mehmed en la espalda para que saque el aire - Además, no me gusta depender tanto de la gente.

- Tres bebés son muchos para una sola persona - responde él, agachándose junto a las cunas, que están al lado de mi cama - Y tú puedes permitirte sus cuidados, son miembros de la Dinastía Otomana.

- Aún así, me gustaría sentir lo mismo que hacen miles de madres que no tienen ayuda - respondo, con algo de tristeza - Muchas ni siquiera tienen cómo darles de comer a sus hijos.

- Defne - me llama, mientras se acerca. - No debes sufrir por ellos.

- No puedo evitarlo Ahmed - replico, dejando a Mehmed en la cuna - Y si no hubiera tenido la suerte de que tú fueras el Sultán, y si en su lugar, fueras un mercader con deudas, ¿qué haría yo entonces?

AnastasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora