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''Hay amor tan ingrato, quítame solo una duda, si eres tú el que se muere o soy yo el que te mato."
Ricardo Arjona

Pronto llegamos a las puertas del jardín, donde por casualidad, me encuentro a un visitante no previsto

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Pronto llegamos a las puertas del jardín, donde por casualidad, me encuentro a un visitante no previsto.
En cuanto nos ve, al tiempo que Hadgi anuncia mi presencia, hace una reverencia.

- Sultana - murmura cuando nos acercamos.

- Sulfikar Âga - contesto - ¿Qué os trae por el palacio?

- Su Majestad ha pedido mi presencia Sultana - explica el soldado.

- Si no me equivoco su Majestad está ocupado ahora mismo - le digo, y él asiente con una expresión rara.

- Yo, lo lamento - dice, con tristeza en la voz.

- No es culpa tuya Âga - le respondo, haciendo que su ceño fruncido se relaje un poco - Si quiere, puede unirse a nosotros hasta que su Majestad esté libre.

- Agradezco su ofrecimiento mi Sultana, pero me temo que tendré que rechazarlo - dice, haciendo una reverencia.

- Cómo desees - replico - Si en algún momento te aburres de estar plantado aquí solo puedes venir.

- Lo tendré en cuenta, Sultana - dice, antes de apartarse, dejándonos pasar y haciéndome una reverencia.

Siento como el aire primaveral, aún helado, choca contra mi cara, y observo como Cihan intenta sacar vaho con su aliento, aunque sin éxito. Recorremos parte del jardín hasta llegar al lugar que se puede observar desde mi balcón.

En él están Kösem, Ahmed y diversos criados que los siguen. Hadgi se nos adelanta un poco y antes de qur entremos a su campo de visión anuncia:

- ¡Atención, Haseki Ayşe Defne Sultán Hazretleri! - clama con voz potente el eunuco.

Inmediatamente, los criados que acompañaban a Ahmed y a Kösem, hacen una reverencia. En cuanto sobrepaso un arbusto, también veo la figura de Kösem que está al lado de Ahmed, flexionando las rodillas. Ahmed hace un movimiento, como si avanzara hacia nosotros, abriendo un poco los brazos.

No me voy a dignar ni a mirarte, gilipollas.

Mi respuesta, sin embargo, lo desconcierta. Sin que mis ojos se fijen por un instante en su rostro, flexiono las rodillas y bajo la cabeza, haciendo la reverencia pertinente. Toda mi comitiva me sigue, y antes de que Ahmed pudiera llegar a nuestra altura, nos vuelvo a poner en marcha.

Chúpate esa, niñato.

Camino dignamente y Huricihan adopta una postura parecida a la mía, caminando con total tranquilidad y elegancia, cómo si la vida fuera solo ese paseo y tuviera todo el tiempo del mundo.

AnastasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora