Valiente

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''El valor espera; el miedo va a buscar.''
José Bergamín

(TW: Se hace mención de escenas que podrían resultar desagradables, relacionadas con sangre, etc

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(TW: Se hace mención de escenas que podrían resultar desagradables, relacionadas con sangre, etc. Así pues, si estas escenas os producen alguna incomodidad, deberíais saltarosu el capítulo)

El arranque de valentía que me había impulsado a abandonar el carruaje empezaba a extingirse y el miedo afloraban en mi interior como una plaga. Aún así, la amenaza del bandido se mantenía y debía buscar una solución a mi propia estupidez.

Pero que estabas pensando Nasia, ni que fueras Superman.

Temblorosa observo con rapidez mi alrededor; los soldados hacen suficiente con intentar mantenerse a ellos mismos con vida, así que estaba sola. Con desagrado observo el cadáver sangriento de uno de los bandidos y un brillo me ciega.

Bingo, una espada.

Con rapidez me dirijo hasta ella y la agarro, pero al intentar levantarla, algo me sucede.

Esta mierda pesa como un muerto.

Mis débiles brazos intentan volver a levantar la pesada espada sin éxito, al tiempo que observo como el bandido sonríe burlón ante mis fracasos. Por fin se cansa de verme actuar y se acerca con la espada en alto. Retrocedo y tropiezo con el muerto, cayendo al suelo, y desde esa posición, algo capta mi atención.

Me muevo rápidamente y cuando el bandido se decide a bajar la espada; le clavo la daga que su difunto compañero llevaba. El bandido suelta un grito de dolor mientras observa el mango de la daga clavada en su estómago. La sangre le borbotea y me caen gotas en la cara y en la vestimenta, y el bandido suelta la espada que cae detrás de mí.

No puedo evitar soltar un grito cuando el cuerpo del hombre vestido de negro cae sobre mí. El peso del cuerpo me aplasta y siento cómo la empuñadura de la daga se clava en mi estómago. Yo intento apartar el peso de mí, aunque sin poder hacerlo.

Hombre; si no has levantado una espada como esperas levantar un peso muerto así.

Pataleo todo lo que puedo, cuando algo me libera del peso que me aqueja. Iskender y otra cara conocida, la de Abdullah, el otro chico que me ayudó en los primeros días de mi extraño viaje.

Hacía más de un año que no le veía la cara.

Su piel se había vuelto más morena, pero se notaba que había crecido, y que ya no era el niño que yo había conocido tiempo atrás. Sus rasgos mostraban como su cuerpo estaba creciendo, y el acné que se extiendía por su cara, muestra de como la pubertad estaba dándole sus respectivos puñetazos.

Cuando por fin consiguen apartar al hombre de encima de mí; Iskender extiende su mano y me ayuda a levantarme. El otro muchacho coge la espada del bandido y se coloca en posición defensiva, mientras Iskender me dirige al carruaje.

AnastasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora