Inocencia

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"Digo que cualquiera que tiemble en este momento es culpable; pues la inocencia nunca teme la vigilancia pública."
Fred Vargas

La fiesta ya estaba a punto de terminar, las concubinas y los músicos ya estaban cansados, comos los cuidadores del harén

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La fiesta ya estaba a punto de terminar, las concubinas y los músicos ya estaban cansados, comos los cuidadores del harén. Los niños ya hacía rato que estaban dormidos en los brazos de sus niñeras, y yo tenía a la pequeña Hatice entre brazos, dormida. En ese momento, Ahmed se levanta, y toda la sala se detiene, levanta y hace una reverencia. Él le indica a la Daye de Hatice que la coja de entre mis brazos y a continuación me levanto y hago la reverencia pertinente. Ahmed me enseña la mano y yo lo miro confusa sin saber que quiere, así que me coge la mano y me hace acompañarlo.

En cuanto salimos del harén, la fiesta se da por terminada y cada quien se dirige a sus aposentos. Sin embargo nosotros no nos vamos a mis estancias, sino que nos dirijimos a las de Ahmed. Todos hacen reverencias mientras pasamos hasta llegar a las estancias del Sultán, dónde los Âgas abren las puertas para dejarnos entrar.

Sigo sin saber de que va esto.

Ahmed continua caminando hasta salir al balcón, dónde se sienta en el sillón principal. Yo me quedo parada delante del sillón.

Esto es incómodo.

- Siéntate- me dice Ahmed, señalándome y luego el sitio vacío a su lado.

- ¿Disculpad? - pregunto, como si no lo hubiera escuchado bien.

Es muy raro que alguien que no sean sus hermanos se sienten con él.

- Siéntate aquí a mi lado - indica, dándole unas palmadas a la tela del sillón.

Yo lo hago, sentándome poco a poco, por si cambiaba de opinión, pero no lo hace. Sin embargo me siento lo ajelada de él que puedo, apoyada casi en el borde del sillón. Puedo notar la mirada de Ahmed en mi cara, así que me giro un poco, de manera que su mirada se queda en mi espalda.

¿Qué se espera? Es la primera vez que estamos solos desde hace casi dos meses.

Inconfome con mi decisión, Ahmed me coge de la cintura y me arrastra hacia él, haciendo que caiga sobre su pecho.

- Perdona - digo, intentando levantarme apresuradamente. Sin embargo, Ahmed me detiene con el brazo, haciendo que vuelva a caer sobre él y esta vez pasa su brazo por encima de mí, obligándome a mantenerme en esa posición.

- Así estás bien - dice, así que suspiro y subo las piernas al sillón.

Durante un rato, Ahmed se dedica a acariciarme el pelo y a pesar de mi incomodidad inicial, los mimos hacen que poco a poco mis ojos vayan cediendo a Morfeo. Cuando ya estoy a punto de dormirme, Ahmed habla.

- Sigo enfadado contigo, aunque doy gracias a Allah por que te haya traído de vuelta a mí - dice.

Yo me incorporo y lo miro a los ojos.

AnastasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora