Suponiendo.

58 9 1
                                    


 Tiene una cintura envidiable. Las piernas son delgadas y aunque no sean tan largas tienen su gracia. Puede ver todos los músculos de la espalda en funcionamiento, la contracción del abdomen y el vaivén del redondo trasero que esconde bajo capas y capas de ropa.

Al fin mira el campo, donde su hermano le sigue esperando. Steven acelera el paso y pasa como un vendaval al lado de Tony. Ni contesta el saludo, ni siquiera le voltea.

-¿Le has roto?

-Creo que sí. –suspira agitado. Steven desaparece en el interior del castillo y se quita el abrigo que escurre agua. –No debería escuchar consejos de un niño.

-No soy un niño, ya cumplí los dieciocho. –refuta Tony. –Yo te sugerí que le llevarás a dar una vuelta, no que lo metieras al río.

Sube a sus habitaciones y mientras se va desvistiendo le cuenta a Tony la pequeñísima aventura. El menor se ríe descontrolado, desordenando su cama e imaginando el rostro de frustración del pobre príncipe mojado.

-No te rías, no es gracioso.

-Claro que no lo es. –medio sentado. –Pero que curioso que en su primer pasea tú le hagas eso.

Toma una rápida ducha. Se pone presentable nuevamente y se alista para pedir una disculpa. Aunque al llegar a las habitaciones Charlotte le indique que el príncipe está tomando una ducha y que no saldrá pronto.

Unas horas después Charlotte se presenta en la cena y excusa al príncipe, que se siente totalmente indispuesto y que prefiere dormir temprano.

-¿Qué le hiciste? –cuestiona la reina a Tony.

-¿Por qué supones que fui yo, madre?

-¿James? –se gira. -¿Tu molestaste a Steven?

-Déjame explicarte, fue accidente.

Al desayuno tampoco se presenta. Charlotte dice que se ha despertado con un poco de fiebre y que es mejor que no salga de su cama. James finge que no le importa.

Aunque falla fingiendo hasta las tres de la tarde. Le han llevado los lirios azules que ha pedido desde temprano. Lleva un chaleco negro y su camisa combina con las flores.

Al momento que sus nudillos tocan la puerta esta se abre. Parece que no hay nadie y decide ingresar. Dejará las flores en una mesita y dejara una nota donde ofrece disculpas. Pero se sorprende al ver que la sala de la habitación está llena de cartas, unas con el sello oficial de Austria, otros escritos con letra de niños.

El que más llama su atención es un sobre azul, dominando sobre los otros, tiene letras doradas y tiene el sello oficial de Versalles. Esta realmente tentando a tocarlo, pero logra controlarse.

Decide seguir inspeccionando un poco y encuentra fascinante el aroma que albergan esas paredes. No puede describirlo, no es dulce, tampoco salado. Es como si abriera un libro nuevo, o madera recién cortada, o destaparan el mejor whiskey del mundo.

Aspira con fuerza y avanza un poco más. Se siente como invasor cuando llega a la habitación principal, la cama está hecha y el televisor reproduce una película en blanco y negro. Pero no hay señal de Steven por ningún lado.

Hasta que lo escucha. Es un débil ronquido. Proviene del sofá en frente del televisor. Ahí está.

Lleva un pijama gris. Calcetines blancos. Remera blanca. Sus piernas están recogidas y su cabeza escondida en la esquina del sofá. Sus labios entre abiertos. Su pecho sube y baja con lentitud.

Se cuestiona despertarle o no. Aunque no solo viene a ofrecer disculpas, debe recordarle que mañana por la tarde tienen la conferencia de prensa donde anunciaran que están oficialmente comprometidos y que su boda se espera para mediados de Noviembre.

Un nuevo ronquido. Aspira con fuerza y se gira quedando sobre su espalda, en cualquier momento abrirá los ojos y le dirá acosador.

Aclara su garganta y se arrepiente de inmediato. Steven abre los ojos, le ve y en cuestión de segundo sus cejas se han juntado y se ve el enojo nuevamente, adiós al pacífico rostro que tenía.

-Ahm, lamento despertarte. –el príncipe se sienta lentamente y trata de peinar el mechón de cabello que rebeldemente apunta al techo. –Necesitaba ver que estabas bien y ofrecerte una disculpa por mi comportamiento.

-Está bien. –su voz es más ronca, más varonil. –Entenderás que debo evitar cualquier situación que me genere algún resfriado.

-Lo lamento. No lo tuve en cuenta.

-¿Son para mí? –señala el ramo de flores y se las extiende inmediatamente. -¿Lirios?

-Oh sí, para ti.

-Soy alérgico al polen. –sigue viendo el ramo. –Cualquier ramo de flores que contiene polen como,  evidentemente tienen los lirios, podría matarme.

Quiere maldecir. Pero prefiere retirar el ramo. Los soñolientos ojos de Steve se apartan del ramo y caen sobre él, fríos.

-¿Y cómo se supone que iba a saberlo?

-Todos lo saben. –contesta de inmediato. –Tu mamá ha mandado a retirar cada ramo de flores del castillo, por si no lo habías notado.

Perfecto. Se miraba tan bonito y pequeño durmiendo en el sofá. Ahorita tiene el ceño fruncido, los brazos cruzados, la mirada fría y el mechón rebelde sigue apuntando al techo.

-Lo lamento. –repite. Aunque este hecho de irritación. –También venía a recordarte que mañana es el anuncio y mamá quiere que practiquemos hoy, después de la cena.

-Ahí estaré. –musita antes de volver a acostarse en sofá y darle la espalda. 

Palacio [STUCKY] [STARKER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora